"¡Presidente!"

Ante la debacle humana que significó el gobierno protofascista de George W. Bush –alguien lo dijo acertadamente– "en las elecciones presidenciales de Estados Unidos debería de votar todo el mundo". En México, el estetoscopio político estará atento a los latidos de dos hombres: Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa. Durante la campaña presidencial estadounidense, los dos presidentes (el Legítimo y el Usurpador) manifestaron sus simpatías: Andrés Manuel López Obrador –en Aristegui de CNN– se inclinó por Barack Obama, el candidato demócrata, y Felipe Calderón Hinojosa declaró a La República de la Televisión que el republicano John McCaine conocía mejor los "problemas" de México (si se refería al "fraude", tenía razón).

Los nervios y el cagómetro deben estar disparados en el cuerpo del Presidente Usurpador y en su habitación formal de gobierno: Barack Obama ganará mañana las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Obama no solo es "opositor" a los republicanos que encumbraron en la silla presidencial al paticorto michoacano, es un fino detractor de las petroleras estadounidenses (ante las que Felipe se arrodilla) y un tenaz opositor al Tratado de Libre Comercio. ¿Qué emociones tiemblan en el pecho de Santa Annita? ¿Qué capacidad de diálogo tiene el gabinete de cuates calderonistas ante el primer círculo del futuro presidente de Estados Unidos? ¿Qué tipo de comunicación ha establecido Barack Obama con Andrés Manuel López Obrador? Corren las horas decisivas entre "la esperanza" y el miedo.

Barack Obama: a un día de cambiar al mundo.