La marina

Hoy vi pasar por la calle un convoy de marinos en cámara lenta; arrastrándose, con los rostros cubiertos del color del anonimato –y ametralladoras amenazando al viento–.

Castigando y castigando.

Atrincherados en movimiento.

Los marinos han tomado el control de los retenes y los patrullajes públicos que hasta hace miles de horas hacía el ejército. En un retén, un Marino con un collar de arma larga al pecho, ordenó a un soldado parar el automóvil donde viajaba. Bajamos. Mientras hacían la revisión en busca de armas y explosivos, el Marino y sus ojos atascados en el poder de poder, ordenó que le enseñara la bolsa que llevaba pegada al cuerpo.

Me negué.

Me ordenó.

Me negué.

Me ordenó.

Me negué.

No quise rendirme fácilmente. Tenía que resistir su petición.Traía tres armas blancas en la bolsa: una pluma y dos libros.

El espacio público está copado de autoritarismo.

Es la muestra de que todo se está diluyendo.