Caso CECUT: Virgilio, el centro y la pirámide
Por Alfredo González Reynoso
alfredoglezreynoso@hotmail.com
http://eloximoronlogico.blogspot.com
Centro y periferias no son a priori. Existen sólo como constructos psicopolíticos y sociohistóricos. Así pues, podemos hablar sobre cómo la comunidad cultural tijuanense nació, en primera instancia, en dispersión, heterogénea. Así lo determinaron sus contextos, sus territorios, sus tiempos específicos. Lejos de centros federales y aún sin centros municipales/estatales fuertes, la cultura en Tijuana creció allende procesos institucionales o académicos rígidos y alcanzó aun así a consolidarse a nivel nacional y mundial en diversas áreas artísticas (artes plásticas, visuales, literatura, danza, teatro, cine, etc.).
A diferencia de otras geografías nacionales donde el éxito de una institución cultural depende ahora en buena medida, por su respectiva situación sociohistórica, de cómo se logra adaptar “orgánicamente” al sistema cultural centrípeto/piramidal dominante, el buen crecimiento del Centro Cultural Tijuana (CECUT) dependió de cómo consiguió articular los dispersos esfuerzos independientes ya consolidados —los tan llamados “mundos pequeños”— y de cómo logró construir una dinámica —antes inexistente o débil— entre centro y periferias culturales recién esbozadas.
Lentamente, pero con avances observables, esta naciente dinámica fue rindiendo frutos importantes a nivel editorial, académico, de difusión, de diálogo, etc.; a tal grado de que ahora se puede hablar del CECUT como el centro cultural indudablemente más importante del noroeste del país. Sin embargo, y esto hay que enfatizarlo, la cultura tijuanense nunca anheló centro, al menos no originalmente y creo que, en buena medida, tampoco ahora. Pero tampoco, cabe señalar, puede calificarse estrictamente como centrífuga. Simplemente se desarrolló fuera de las categorías centro-periféricas que le eran ajenas: anacrónicas y anatópicas (Yépez dixit). Esta dinámica surgió a posteriori y, cabe decirlo, favoreció, en buena medida, el desarrollo cultural existente, acelerando algunos procesos, enfatizando otros y creando otros más.
Así entonces, cuando llegó Virgilio Muñoz a la dirección del CECUT —a través, por cierto, de procesos centrípetos/piramidales, basados en compadrazgos y carentes de la mínima meritocracia—, ya se había establecido históricamente una relación entre la comunidad cultural y este centro institucional.
Pero todo este proceso histórico no fue entendido por el Sr. Muñoz. Desde su limitada percepción diacrónica de las cosas, creyó ver, pues, una eterna y natural relación centrípeta y quiso escalar, cual el mejor alquimista político, una imaginaria pirámide burocrática sin recibir por esto ninguna crítica o rechazo. Por eso sus cínicas declaraciones al llegar al anhelado puesto (tan conocidas que sobra citarlas aquí). Por eso, también, sus descaradas peticiones de renuncia injustificadas, fundamentadas en una falsa “evaluación” del estado de las cosas (véase la carta de Javier González Cárdenas al Zeta, 26/06/2009).
El Sr. Muñoz está construyendo la gran pirámide imaginaria que lo llevó a su actual puesto, poco a poco (con un excluyente círculo de relaciones y anuncios pagados en los medios a su favor), acción por acción (con contrataciones como la de Víctor Magdaleno, quien también labora en la campaña del candidato a diputado por el PAN, Gastón Luken), palabra por palabra (nótese que su “primera tarea”, según su segunda entrevista al Zeta es “empezar a documentar y escribir un texto que reflexione sobre el Centro” mostrando así que la solución primera ante la falta de un saber-acción es palabrería politicona y demagógica que le haga ganar adeptos pronto). Con Virgilio, la “Bola” y El Cubo devendrán Pirámides.
Pero algo elemental aquí es que la comunidad cultural sí tuvo conciencia del estado de las cosas sincrónico y diacrónico. Con el rechazo de los “mundos pequeños” —artistas independientes, individuales y colectivos, según el peyorativo decir de Virgilio— a la imposición central-federal de CONACULTA, se enfatizó el hecho de que aquí no impera un “paternalismo”, ciego y a-crítico. Por eso la renuncia voluntaria de muchos a puestos y proyectos en el CECUT en consonancia con su repudio a la designación de Consuelo Sáizar, presidenta de CONACULTA (quien, por cierto, sigue con su vista gorda/oídos sordos ante la problemática). Por eso, también, la inusitada unión de la heterogénea comunidad cultural que desembocó en un movimiento organizado en oposición a estos procesos centralistas de designación.
Por lo tanto, la espectral imagen centrípeta/piramidal que el Sr. Muñoz quiere reificar en el CECUT terminará por desmoronarse tras no conseguir ser el reflejo real de los intereses, la condición y las necesidades de una comunidad cultural específica que ha mantenido su postura crítica a pesar del tiempo transcurrido.
Pero lo más penoso es que este derrumbe fantasmal colisionará con un proyecto cultural real, de varios años de evolución; colisión, pues, que irá en detrimento de procesos histórico-culturales también reales. Por eso la urgencia en destituir, no sólo a esta figura específica, sino a las condiciones que lo llevaron a tomar la dirección. Si hay que organizar un foro de discusión para llegar a una decisión consensual —y no los falsos consensos focuquianos—, pues organicémoslo. Si hay que cambiar las leyes y arrancar los procesos actuales de designación de raíz, pues hagámoslo.
Vivimos ahora un momento crucial que debe intensificarse y no volverse apatía; es decir, que ignorar el problema y olvidarse de todo un proceso histórico-cultural representaría un giro retrógrado del que será difícil recuperarse. Ahora hay una notoria resistencia centralista. Y es esta resistencia, al decir del psicoanálisis, la que debe ser nuestro campo de trabajo. Es ahí donde hay que focalizar los esfuerzos, pues es por todos sabido que vencer la resistencia trae consigo un nuevo conocimiento, un nuevo ser, el paso adelante, la evolución.