sábado, octubre 11, 2008

(Geo)política

La Guerra Fría, recalentada
Gerardo Monroy

Sólo dos líderes rusos de los últimos tiempos son estimados sin melindres por los medios de comunicación occidentales: el bien portado Mijail Gorbachov y el bebedor social Boris Yeltsin. Se les galardonó con flores, canciones, homenajes, artículos elogiosos en revistas, grados honoris causa... ¡hasta con un premio Nobel! Ambos se encargaron de desmantelar la Unión Soviética; ¿cómo no iban a adorarlos en Europa y América? Por el contrario, las referencias acerca de Vladimir Putin, sucesor de Yeltsin en la presidencia de Rusia y actual primer ministro del país, bosquejan a un individuo hermético, sorpresivo y por ello nada confiable, decepcionante porque no es el demócrata con quien el mundo civilizado anhelaría hacer tratos, sino otro autócrata absoluto en la fila de déspotas orientales que va de Iván IV Vassilievich a Iosif Vissarianovich Djugashvili.

En fecha tan temprana como 1992, la población de Osetia del Sur manifestó en un referendo su ánimo de independizarse de Georgia pero ésta, de la cual formalmente Osetia del Sur sigue siendo parte, se niega a reconocerla como una entidad distinta. A lo largo de 16 años y medio, entre Georgia y Osetia se han sucedido conflictos armados, reconciliaciones forzadas, intentos de diálogo; la tensión entre ambas repúblicas no ha podido ser aligerada de manera permanente. Tras la cumbre de abril del año en curso, la OTAN se mostró conforme con la eventual admisión de Ucrania y Georgia dentro de su coalición; de sumarse las dos ex-repúblicas soviéticas a la OTAN, la seguridad nacional de Rusia quedaría en riesgo, por lo que Putin empezó a acercarse a los independentistas de Osetia del Sur y de Abjasia. La noche del 7 de agosto, el ejército georgiano se introduce por tierra y aire en Tsjinvali, capital oseta. Rusia y Osetia responden al ataque. Al día 15 se estimaban decenas de rusos muertos, cientos de georgianos y mucho más de mil osetas.

Tsjinvali ha sido devastada; y no obstante haber sido el pueblo oseta el peor afectado en esta intensa guerra de diez días, Occidente, a través de su radio, a través de su prensa y su televisión, pretende engañarse a sí mismo haciéndonos creer que el enorme Goliat, el oso ruso, emprendió una inmoral y desmedida agresión contra el indefenso David georgiano. Los nombres de Rusia y Georgia ensombrecen la castigada figura de Osetia. Tal vez por eso tú también, lector hipócrita a pesar de ti mismo, crees y dices y repites los viejos clichés anti-rusos: que en el país gigante nunca dejaron de mandar los zares; que Stalin era un zar; que Stalin le da al mundo lo mismo que da Hitler. A partir de semejantes premisas irracionales, el subsecuente paso irracional es afirmar que los líderes rusos de hoy día, Putin y el presidente Dmitri Medvedev, son zares, son Stalin y son Hitler.

Detalles no muy importantes

Este paso ha sido dado por Robert Kagan, ex-analista de asuntos internacionales para el ex-presidente de Estados Unidos Ronald Reagan. Kagan publicó el lunes 11 de agosto en su columna del Washington Post un artículo ("Putin makes his move") que comienza con esta sorprendente declaración: "Los detalles de quién provocó que se adelantara la guerra de Rusia contra Georgia no son muy importantes. ¿Recuerda usted los detalles precisos de la Crisis de los Sudetes, antes de la Segunda Guerra Mundial, que causó la invasión a Checoslovaquia por parte de la Alemania nazi? Por supuesto que no, porque esos dilemas morales se recuerdan como una tragedia pequeña dentro de un drama mayor". Estoy citando la versión en castellano del artículo ("Putin hace su jugada") aparecida el 13 del mismo mes en el periódico mexicano Excélsior.

Para Kagan —un pensador cuyo ascendiente ha reconocido John McCain, candidato republicano a la presidencia norteamericana—, los antecedentes del conflicto caucásico no son relevantes. Equipara a la Rusia de hoy con la Alemania de ayer; si los lectores de Excélsior y del Washington Post no experimentan ningún sobresalto, se debe a que un sinfín de periodistas e historiadores nos han ido preparando durante las últimas décadas para asimilar sin resistencia las comparaciones entre el socialismo ruso y el fascismo alemán.

"La Rusia 'federal' de Putin ha sido zarista y soviética, es decir, totalmente contraria a la aparición independiente de las repúblicas ex-soviéticas", escribe en El Universal el martes 12 ("Georgia, un nuevo volcán para Putin") el profesor de la UNAM Juan María Alponte. Para Alponte, la política de George Bush II en el Cáucaso es "de contención" ("Sarkozy y la ONU buscan la paz en Georgia", El Universal, 15 de agosto), "toda la política exterior de Putin ha consistido en someter las ex-repúblicas separadas al centralismo de Moscú" ("Rusia: la explosión de las ex-'repúblicas'", 1 de agosto) y otra vez: "Moscú impone la doctrina de los zares y la de la ex-URSS" ("Georgia, un nuevo volcán..."). En el número 387 (17 de agosto) del semanario Vértigo ("Georgia: otra vez ante los imperios"), Alponte repite "que Stalin, Lenin y Putin no aceptaron nunca la modificación de las fronteras históricas del Imperio Zarista como fronteras de la nación".

Pese a ostentarse como historiador, Alponte no explica que, en el siglo XIX, osetas y georgianos se sometieron al imperio ruso buscando protegerse del imperio turco. Además, la reiterada comparación entre Putin y los bolcheviques es extravagante, pues las fronteras que defiende Alponte cuando critica a Putin fueron trazadas por ¡Stalin! A Alponte no le interesa ni el Lenin ni el Stalin de la realidad; para él Lenin y Stalin no son personas, sino fetiches de los que se sirve para avalar la política de Bush II contra Rusia; "de contención", sí, por supuesto. Hay que hablar mal de Rusia hasta cuando el tema no es Rusia; consúltese "La dura cuesta hasta los votos de noviembre" (Vértigo 390, 7 de septiembre), donde el invariable Alponte arremete contra Putin en un artículo destinado en principio a analizar la contienda presidencial estadunidense.

Ciego con el presente como con el pasado, Alponte no dice que la Georgia davidiana enfrentada al Goliat ruso tiene detrás de ella otro Goliat mayor que es su sostén. Las armas norteamericanas apuntalan a Georgia. Los medios de comunicación minimizan u omiten la participación de Estados Unidos en el conflicto, la asimilan a la "ayuda humanitaria" que Bush jura que enviará al Cáucaso y aun llegan a apoyar a Norteamérica como "fuerza estabilizadora". Los mandos militares georgianos han sido instruidos por efectivos estadunidenses, pero este "detalle" (Kagan dixit) "no es muy importante". Georgia destina 70% de su presupuesto a comprar armamento y, después de Estados Unidos y Gran Bretaña, es la nación que más tropas ha enviado a Irak: otro "detalle no muy importante". Tampoco parece "importante" que Mijail Saajashvili —el presidente georgiano— haya violado la tregua que tradicionalmente supone la celebración de los juegos olímpicos para, con Medvedev y Putin en Beijing, ordenar el ataque contra Tsjinvali.

El 14 de agosto, Ralph Peters, teniente coronel del Ejército de Estados Unidos, publicó en su columna del New York Post un texto ("A Czar is born") donde, después de insultar al pueblo ruso con juegos de palabras ("the Russians are alcohol-sodden bar barians"), vuelve a la amañada comparación entre la dirigencia rusa actual y la del pasado: "ni un solo líder del mundo libre que se desempeñe hoy en el cargo puede medirse con el zar Vladimir el Grande", "Sarko creyó ejercer un gran prestigio como estadista, pero Putin no lo vio más que como un 'tonto útil' (en jerga leninista)". Sarko es el apodo con que Peters desprecia a Nicolas Sarkozy, presidente de Francia y mediador en el conflicto. El zar Vladimir es, obviamente, Putin: un zar leninista; al fin y al cabo, ¿qué tanto vale la congruencia histórica? En público, de acuerdo con un reporte de Daniel Luban, Peters ha comparado a Putin no sólo con Stalin sino con Hitler: "nos enfrentamos al resurgimiento de una gran potencia con ambiciones imperialistas megalomaníacas, dirigida por el líder más eficaz del mundo actual. Encuentro una terrible reminiscencia con los años 30" ("Neoconservadores de EEUU comparan a Putin con Hitler", portal electrónico Inter Press Service, 14 de agosto).

Un cada día más vergonzoso Carlos Fuentes escribe en el periódico argentino La Nación (6 de septiembre): "Putin llegó con la clara intención de restaurar el poder de la Gran Moscovia. Él es heredero de Iván el Terrible, de Pedro el Grande y del terrible, aunque no grande, Stalin". Es sin duda sombrío que quien fuera un gran novelista repita falsedades sin imaginación, pero en esta muerte decidió Carlos Fuentes que desembocara su vejez.

Osetia en la tele gringa

Shepard Smith, conductor del noticiario Fox News en Estados Unidos, entrevistó el 13 de agosto a dos norteamericanas de ascendencia oseta: Amanda Kokoeva, de 12 años, y su tía Laura Tedeeva-Korewiski, quienes se encontraban visitando a sus parientes en Osetia del Sur cuando comenzaron los bombardeos. La entrevista discurre amablemente hasta que la niña les da las gracias a los soldados rusos que la rescataron y recuerda que los ataques contra los civiles provenían de Georgia. La tía menciona el nombre del culpable de la guerra: Mijail Saajashvili. Smith interrumpe a la mujer y anuncia un corte comercial. Laura suspira: "sé que no quieres escuchar esto..." Al volver del corte, Laura intenta desarrollar su juicio: no el pueblo de Georgia, sino el presidente Saajashvili es el culpable. "Debe de renunciar", dice. Smith la interrumpe por última vez: "eso es lo que quisieran los rusos". La entrevista finaliza. No duró más de tres minutos.
El Estado de (bien)estar de La República de la Televisión: miedo y crisis.

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"El ciclo largo de las crisis económicas es reemplazado ahora por la crisis permanente que implica la inflación y el déficit de las finanzas públicas. "
Jesús Martín Barbero. De los medios a las mediaciones.

Documental

El cineasta y locutor de radio norteamericano Alex Jones, presenta:
"Fín del Juego. Anteproyecto para la esclavización global"


"Extenderán la policía del estado para ejecutar una orden de exterminio de la población -todo en el nombre de combatir terroristas invisibles-."

Memoria:

5 de enero de 1997

Inminente, una esclavitud moderna, advierte la autora de "El horror económico".

Viviane Forrester exhibe la tragedia de la economía globalizada: "Millones de hombres ya no sirven ni siquiera para ser explotados"

Anne Marie Mergier

—Como usted misma lo anuncia, en su libro lleva la lógica de esa economía de mercado mundializado hasta sus últimas consecuencias. Afirma: "En Europa, según la élite económico-política, la exclusión de millones de seres humanos considerados como ya inexplotables sigue costando caro". Y luego, lanza preguntas inquietantes: "¿Cuál será el próximo paso? ¿Su eliminación?"

—No olvide lo que pasó en los años cuarenta. Si alguien se hubiera atrevido a prever los campos de exterminio nazis, todo el mundo lo hubiera calificado de loco. Inclusive cuando se empezó a filtrar la información, nadie la creyó. Pues esa barbarie ocurrió. Lo que planteo en el libro es lo siguiente: Si los amos de la economía mundial persisten en la vida que nos imponen actualmente, tarde o temprano llegarán a preguntarse qué hacer con todos estos hombres absolutamente superfluos. No hay de otra. Mientras estemos en democracia esa interrogante se queda en el campo de la paranoia. ¿Pero qué pasará si la ultraderecha toma el poder? ¿Usted lo ve imposible?
>>>
Fragmentos de El horror económico, de Viviane Forrester.


Trabajo:

"Vivimos en un engaño magistral, en un mundo desaparecido que nos empeñamos en no reconocer como tal, y que las políticas artificiales pretenden perpetuar. Millones de destinos resultan devastados, aniquilados por ese anacronismo basado en estratagemas obstinadas cuya meta es dar por imperecedero nuestro tabú más sagrado: el del trabajo. Desviado bajo la forma perversa de empleo, el trabajo es el fundamento de la civilización occidental, la cual impone su ley a todo el planeta. Se confunde tanto con ella que en el momento en que se volatiliza, su arraigo y su evidencia nunca se cuestionan oficialmente, y menos aún su necesidad. ¿Acaso el trabajo no rige toda distribución y, por tanto, toda sobrevivencia? Los enmarañados intercambios que genera nos parecen tan indiscutiblemente vitales como la circulación de la sangre. Pero ese trabajo, considerado como nuestro motor natural, se ha convertido hoy en una entidad desprovista de sustancia. Nuestros conceptos del trabajo y, por tanto, del desempleo, a partir de los cuales se articula —o pretende articularse— la política, se han vuelto ilusorios, y nuestras luchas en torno a ellos tan alucinadas como las de El Quijote contra sus molinos. Pero seguimos planteando siempre las mismas preguntas fantasmas que, como muchos ya lo saben, no tendrán respuesta alguna, salvo el desastre de vidas que ese silencio destroza. Y todo el mundo se olvida de que cada una de esas vidas representa un destino."

La crisis:

"¿En qué sueño se nos mantiene cuando se nos dice que podremos salir de estas crisis y escapar a la pesadilla? ¿Cuándo tomaremos conciencia de que no se trata de una crisis, ni de varias crisis, sino de una mutación, y que esa mutación no es la de una sociedad, sino la muy brutal de una civilización? Entramos ya en una era nueva sin siquiera poder pensarla, sin admitir ni percibir siquiera que la era anterior desapareció (...) Así mantenemos lo que se ha vuelto un mito, el más augusto que haya: el mito de ese trabajo ligado a todos los engranajes íntimos o públicos de nuestras sociedades. Prolongamos con desesperación intercambios cómplices hasta en su hostilidad, rutinas grabadas en lo más hondo de nosotros mismos, un estribillo repetido miles de veces en familia —una familia rota, pero ansiosa de recordar su antigua convivencia y las huellas de un denominador común, de una especie de comunidad que fue, sin embargo, fuente y campo de las peores discordias, de las peores infamias—. ¿Podríamos definir esa comunidad desvanecida como una suerte de patria? ¿Podríamos decir que mantenemos artificialmente con ella un lazo orgánico tan fuerte que preferimos cualquier desastre a la lucidez, a la constatación de la pérdida, cualquier riesgo a la percepción y a la conciencia de la extinción de lo que fue nuestro medio?"

La vergüenza:

"Nada debilita tanto, nada paraliza tanto como la vergüenza. La vergüenza altera a la raíz, deja sin resorte, condena a quienes la sienten a volverse presas. De allí que los poderes acudan a ella o la impongan. La vergüenza permite mandar sin toparse con oposición alguna y transgredir la ley sin temer protestas. Es la vergüenza la que crea los callejones sin salida, impide toda resistencia, lleva a renunciar al análisis lúcido, a la desmitificación de la situación y a la posibilidad de enfrentarla. La vergüenza distrae de todo lo que podría permitir rechazar el oprobio y exigir un enfoque político real del presente. Es ella la que permite la explotación de esa resignación y del pánico que contribuye a crear."

Bitácora

Apuntes teóricos del "cerebro" de La República de la Televisión.

Creación de situaciones controladas:

- ofrecer oportunidades.
- destruir oportunidades.
- controlar el medio económico.
- controlar la disponibilidad de materias primas.
- controlar el capital.
- controlar las tasas bancarias.
- controlar la inflación de la moneda.
- controlar la posesión de la propiedad.
- controlar la capacidad industrial.
- controlar la fabricación.
- controlar la disponibilidad de los bienes de consumo.
- controlar el precio de los bienes de consumo.
- controlar los servicios, la fuerza de trabajo, etc.
- controlar los pagos a los funcionarios de gobierno.
- controlar las funciones jurídicas.
- controlar las bases de datos personales.
- controlar la publicidad.

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- controlar el contacto con los medios.
- controlar el material disponible para la recepción de señales TV.
- distraer la atención de los problemas reales.
- fomentar las emociones.
- crear desorden, caos y alineación mental.
- controlar la elaboración de formularios de impuestos más detallados.
- controlar el almacenamiento de información.
- desarrollar análisis y perfiles psicológicos sobre los individuos.
- controlar los factores sociológicos.
- controlar las posibilidades de riqueza.
- hacer del débil una presa.
- neutralizar les fuerzas.
- succionar la riqueza y la sustancia.


Foto: magnum.

Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

Vistas a la página totales

Huracán: La política secreta neoliberal

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