Josefina Vázquez Mota ex-secretaria de
Educación Pública, abandonó temblando el barco de la usurpación para buscar refugio en el congreso, y aliviar con el fuero de esa puerta trasera el vértigo. La grisura y fragilidad de la Secretaria de papel no fue sombra y sí sombrilla y chal del inmenso poder de Elba Esther Gordillo –la sombra Vicepresidencial de México–. Si le quedara dignidad a Josefina, a lo que renunciaría es al simulacro, al autoengaño y a las mentiras: nadie mejor que ella sabe que Felipe Calderón no ganó las elecciones. Como
Secretaria de Desarrollo Social foxista, tuvo acceso y control de los padrones sociales que al incorporarse a la campaña de Felipe Calderón –sin ética, ni responsabilidad– cruzó datos con el algoritmo Hildebrando para aceitar la máquina loca del brutal fraude electoral del 2006.
Raymundo Rivapalacio en su columna
Estrictamente Personal escribió hace meses sobre la devastación ánimica, corporal y mental de la Secretaria de papel, Josefina Vázquez Mota, desaparecida del ejercicio del poder por la caballada, el yerno y los brujos de Elba Esther Gordillo. La evidente descomposición física-mental de Josefina es la cicatriz ambulante del error trágico del fraude. Josefina Vázquez Mota traficó con la pobreza, convirtió en mercancia electoral a los desposeídos y necesitados de México, rompiendo todo principio que un funcionario público puede romper. El mal-estar físico de Josefina tiene sus causas profundas y efectos corrosivos en un espíritu antidemocrático y empresarial que ahora amenaza con enquistarse en la
Cámara de Diputados.
La crónica de Ángeles Cruz Martínez en
La Jornada es un retrato físico-mental de uno de los principales rostros de la usurpación del poder en México: "Profundamente nerviosa, con un temblor que en varios momentos se volvió incontrolable y la obligó a sentarse mientras hablaba Calderón, Vázquez Mota inició su discurso recordando el día que el michoacano la designó titular de la SEP. Asida con fuerza del atril, mencionó algunos de los objetivos trazados, pero no pudo más. El temblor de su cuerpo le dificultaba pronunciar las palabras y reconoció estar muy emocionada.
Es obvio, es verdad.
Es la cicatriz en movimiento –el temblor– que le causó a Josefina traicionar la voluntad del pueblo de México.