Los adictos a la chiquitolina

¿Dormirán bien Los Voceros de la República de la Televisión?, ¿Qué platicarán con sus hijos ante los marcajes públicos de su corrupción periodística?, ¿Tendrán gastritis?, ¿Qué tanto les ofrecieron para renunciar a la realidad?, ¿Hasta dónde llegó su ego, para intentar "construir" un mundo noticioso entero?, ¿Tendrán el cinismo suficiente para ver a los ojos a su madre o a su padre?, ¿Hasta dónde les alcanzará el blindaje emotivo?, ¿Se romperán cuando se emborrachan?, ¿O vivirán siempre en un estudio televisivo?. Su voz, su rostro, su falta de ética y sus nombres son el signo del gobierno televisivo trasnacional. En la biografía de Los Voceros de la República de la Televisión quedará escrito: "durante la usurpación de Felipe Calderón Hinojosa, fueron la voz del proyecto ideológico, político y económico que intentó convertir a México en Colonia. Fueron adictos a la chiquitolina."

Premio "fiasco" periodístico del siglo XXI: Denise Maerker.

Gancho al corazón

La privatización de Pemex es el corazón del proyecto de la usurpación presidencial. Es el inicio del post-neoliberalismo, el "nuevo orden mundial": un gobierno televisivo basado en el binomio, simulacro-ficción (911/9-11). Fue Vicente Fox Quezada el que firmó la desaparición de México: la integración territorial y energética de Norteamérica propuesta en la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte, -el ASPAN-; el proyecto más agresivo de las empresas monárqucias para arrebatarle el petróleo, la historia y la soberanía a los mexicanos.

La Consulta Popular le ha dado un gancho al corazón al neoliberalismo salvaje, y un latigazo a los cómplices del fraude electoral. ¿Por qué están tan nerviosas las bailarinas antidemocráticas republicanas? Porque saben que la participación del pueblo en los asuntos públicos puede darle el golpe final al proyecto entreguista y antipatriótico del ASPAN. Las cúpulas del PRI y del PAN están mostrando públicamente su maridaje, develando una mentira histórica: "la alternancia" fue un simulacro, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa son una vacilada histórica neoliberal, unos títeres del progreso secuencial del oscuro pacto del 88 que Cuauhtémoc Cárdenas no supo frenar: el reparto transexenal de la presidencia de la república bajo un proyecto común: la privatización final del Estado, el gobierno corporativo policiaco total.

Eso es lo que defiende La República de la Televisión: la no participación del pueblo en los asuntos públicos. Con un gobierno (des)carado la televisión es el rostro de la ficción autoritaria. En ese 84% de los mexicanos que se manifestaron en contra de la privatización del petróleo en el Distrito Federal, digan lo que digan, danzen y lloren descalificaciones, se representa la opinión pública resultado del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo. Andrés Manuel López Obrador ha recorrido miles de municipios en todo el país, ha tejido redes mentales que están discutiendo el resultado de la consulta con sus familiares y amigos. En tres días, el efecto será una gráfica en ascenso acelerado. La República de la Televisión lo sabe, y por eso están a punto del colapso histérico.