La República de la Televisión es una fábrica de mentiras que se alimenta de la simulación, la representación falsa de la vida y el control de la información –a través de lo que transmite y lo que no–. Es el mundo de las apariencias. Hoy
La Jornada publica la crónica del noticiero
Hechos, de
Tv Azteca; un retrato del poder detrás del poder, que los delínea y enmarca en la piscina de la (pre)potencia:
"El titular del noticiero Hechos, de la televisora del Ajusco, Javier Alatorre, leyó un texto que ubica a México como un “país surrealista” donde por un lado se emiten leyes que poco tienen que ver con la realidad y, por el otro, los mismos personajes que aprobaron dicha legislación hacen reclamos. Y advirtió a su audiencia: “¡Agárrense, porque lo más duro es que apenas comienza! La reforma electoral diseñada y aprobada por el Congreso contempla transmitir 24 millones de espots, así que esta situación va para largo”.
Esta empresa pretendió ilustrar la “sorpresa” y el “malestar” provocados a la población por lo que el reportero llamó el “cabal cumplimiento” de esa empresa a “las órdenes del IFE” al transmitir “todos los espots que le enviaron en los horarios establecidos por la ley”. Así, de pronto, las cámaras de la televisora aparecieron en un hogar en el que aparentemente una familia se había reunido para seguir el Supertazón y cuyos integrantes reaccionaban “enojados” cuando ocurrían las interrupciones. Sin embargo, podía advertirse que los testimonios eran actuados e incluso las personas lucían maquilladas y con respuestas de memoria."
Es la catástrofe comunicativa acumulada. Han sido años de mentira y manipulación –y ya dentro de su propia trama– a los Voceros solo les queda mentir, llorar y mentir. Es su marca. Son los rostros y los timbres del poder. Ayer
La República de la Televisión se posesionó por encima del IFE, y va con todas sus voces en contra de la memoria de millones de mexicanos que solicitaron cambios en las reglas electorales para no repetir el golpe televisivo del obscuro 2006. Es un espectáculo de telenovela esuchar a los
voceros llorar, morder y confrontar sin legitimidad a la clase política que ellos alimentan con mentiras, adulaciones y parcialidades. Sin ellos, la usurpación hubiera sido inexistente o ¿qué sería del
pelele sin la tele?
La nada.
El duopolio televisivo debe ser requisado por sus desmesuradas acciones en contra del Estado –risas grabadas por lo de "estado"–, pero sobre todo por arremeter contra los poseedores del espacio radioléctrico: los mexicanos.
La República de la Televisión, en su basura programática y manipulación informativa promueve (deliberadamente) un imaginario de cultura de la derrota y promueve la sumisión de nuestra identidad a los principios y las costumbres extranjeras. Es decir, su lluvia fútil atenta contra la soberanía cultural, ideológica e intelectual de México. Después del fraude electoral, los empresarios de derecha y las compañías trasnacionales, instauraron una dictadura televisiva donde el control radica en el machismo editorial y en la grandilocuencia de ser cómplices de la usurpación del poder presidencial. Ante la debilidad del gobierno de
facto y el estrecho campo de maniobra de un IFE maniatado por las cúpulas del PRI y del PAN, lo único que puede enfrentar al poder televisivo es la opinión pública, que advierte gradualmente las estrategias de los simuladores, y conciente de su poder, será capaz de derribar cualquier estructura o clan empresarial por potente, hertziano, presidencial, extranjerizante o manipulador que sea.
Cuando el tiempo de una idea llega, la simulación termina. Y después, nada detendrá la transformación profunda de la cultura mexicana. Que más que resurgir, solo vendrá a recuperar lo que ya era suyo.