Con un racimo de injusticias, la realidad evidencía a diario el error trágico que significó el foxismo para México. El bravucón que sacaría a patadas al PRI de Los Pinos resultó un demócrata de maquillaje, un producto chatarra de la mercadotecnia política. Vicente Fox no es Vicente Fox, es un holograma de la inteligencia de charly, un instrumento con botas para continuar ejerciendo el poder desde la sombra. En la comedia infantil de gobierno el presidente Disney delegó en su pareja –y en las voces del prozac– el destino de lo que quedaba de México: Vicente fue frívolo y sideral. Su ceguera democrática es la semilla del caos. El capataz es coresponsable de la crisis económica por su irresponsabilidad, y el autor material del asesinato de la democracia mexicana. Vicente Fox es un gringo viejo.
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