miércoles, febrero 20, 2008
Chasqui. Revista latinoamericana de comunicación.
Sobre el periodismo, la ética y la democracia, José Zepeda Varas y Daniel Prieto Castillo 03
En este marco, hablar de censura directa, aunque en ocasiones ocurre, es quedarse lejos del problema. Se trata de un mecanismo más complicado. Como lo explica el periodista Serge Halimi, de Le monde diplomatique, hay una censura invisible del medio y otra personal: el periodista ha integrado el grado de libertad que tiene. Sabe muy bien lo que se quiere que diga. Si algo le compromete lo más mínimo, lo deja al lado y escribe algo que no le comprometa (...) sabe que casi todo lo que escribe es accesorio: eso es periodismo de mercado y pone al redactor en la misma situación de la mayor parte de los asalariados.
¿Qué ocurre cuando tenemos un periodismo inserto en un proceso de gobernabilidad democrática? Nos referimos a una situación en que se cumplen los ideales del derecho a la comunicación. Se trata de ejercer un periodismo que colabore en una gobernabilidad a favor de la sociedad, y no de unos pocos grupos privilegiados.
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En este inmenso campo de acción, un periodismo de lo real tiene un papel digno y renovado, conectando lo local con lo general del sistema internacional. Si los medios de comunicación tradicionales quieren seguir cumpliendo su papel al servicio de la democracia, tendrán que ofrecer esta visión de conjunto, conocimiento y comprensión en los asuntos a los que el ciudadano encamina su actividad política.
Chasqui. Revista latinoamericana de comunicación.
Sobre el periodismo, la ética y la democracia, José Zepeda Varas y Daniel Prieto Castillo 02
El autoritarismo fundado en la picaresca, la seducción y la corrupción, bañados todos estos elementos de cinismo, sigue presente en nuestros países. Existe el periodista corrupto y su correlato que es el político corruptor. Por política o por dinero, o por las dos cosas. Las afinidades son muy fuertes.
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Pero esta terrible realidad de los medios como víctimas, no puede ocultarnos la otra: la del periodismo que se alía con poderes y gobiernos para justificar mentiras, corrupción, represión y guerras. Ese periodismo pretende, además, condicionar la actuación de los agentes políticos y sociales que no marchan al ritmo del poder.
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Esta primacía de los medios genera además actitudes de egolatría en los periodistas. Cómo extrañarse entonces que el escritor italiano Antonio Tabucchi diga en su novela Tristano Muere que, quien escribe para comentar la vida cree siempre que su comentario es más importante que lo que comenta, aunque no se dé cuenta. Tu, que escribes acerca de la vida, qué opinas de ello.
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La renuncia de los periodistas a ocuparse de los hechos reales es grave. Al inventar la realidad se sienten omnipotentes, famosos por un día o por unos años, pero el proceso es suicida. Esta renuncia se ha unido al discurso conservador y neoconservador de los Estados Unidos y desde ahí se ha proyectado a muchos países. Se recurre al terrible papel de Radio Mil Colinas, la radio del odio de Ruanda que alentó la matanza de medio millón de personas en 1993. Pero hoy tenemos radios y medios del odio desde Nueva York hasta Madrid, pasando por varios países y continentes.
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Se han producido una serie de fenómenos sociales, culturales y políticos en los medios. En nombre de una supuesta democratización de ellos y de la “participación” de los ciudadanos, se ha impuesto el todo vale. La aparente revolución contra las jerarquías mediáticas ha legitimado el populismo, la chabacanería, la promoción de una cultura sin valores, y el fin de la calidad. Todo da igual, y cuando esto ocurre, los derechos de los ciudadanos y la política desaparecen. El ignorante es experto, el diálogo se cambia por el griterío, el debate racional por el insulto más eficaz, la rapidez reemplaza la reflexión, la vida privada se torna pública y los medios y la vida social entran en un circuito de espectáculo y mercado tan poderoso que un día descubrimos que ya casi nada queda fuera de ese perverso marco de referencia.
Chasqui. Revista latinoamericana de comunicación.
Sobre el periodismo, la ética y la democracia, José Zepeda Varas y Daniel Prieto Castillo
Existe un documento producido por colegas que, en la senda de maestros como Kapuscinski, insisten en la cuestión ética. Se trata de El compromiso de la Boca, producto de un encuentro sobre ética periodística coordinado por Javier Darío Restrepo, organizado por FOPEA, el Foro de Periodismo Argentino. El texto dice que hay que:1. Defender la verdad, nuestra independencia como periodistas, y comprometernos a dar un tratamiento honesto a la información.
2. Comprometernos con la democracia, el pluralismo y la tolerancia como valores esenciales de las sociedades modernas.
3. No aceptar sobornos, dádivas ni privilegios de parte de ningún tipo de poder.
4. Obtener información por métodos legítimos.
5. Mantener los acuerdos off the record con las fuentes de información. Y utilizar este recurso solo en casos imprescindibles.
6. Respetar el derecho a la intimidad de las personas.
7. Priorizar la vida de las personas a cualquier primicia.
8. Utilizar el papel de los medios para construir y no para destruir.
9. Respetar el derecho del acusado a dar su versión de los hechos.
10. Evitar los conflictos de intereses que comprometen el trabajo del periodista para garantizar su independencia.
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El mundo tiene hoy dos dimensiones: la real y la virtual. El periodismo oscila entre ser testigo de lo real o dedicarse a crear realidades para vender, ganar audiencia y tener los favores del poder. El periodismo de Kapuscinski, de dignos periodistas del terreno como Michael Herr y Martha Heller, era un periodismo directo, aparentemente sencillo, pero consustanciado con la verdad a partir de una síntesis del lenguaje.
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La gobernabilidad autoritaria, de la cual tenemos una sostenida memoria en los países de la región, se logra a costa de la democracia. Es el intento de congelar el fluir de la vida, de eliminar o reprimir al máximo el sano juego de las contradicciones sociales, de crear la ilusión de estabilidad aplastando la vitalidad de la sociedad.
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Sin embargo, cuando un país es gobernado por grupos que buscan solo su beneficio y el de sus allegados, podemos reconocer la presencia de diferentes formas de autoritarismo, aunque las mismas no aparezcan con la violencia explícita de los gobiernos de facto. El autoritarismo trabaja también por cooptación, en el sentido que persuade sin violencia directa a alguien para que crea o actúe en determinada dirección.
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Contra(comunicado):
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Huracán: La política secreta neoliberal
Huracán: "Ayotzinapa. El motivo"
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