La parálisis sospechosa
Empezar el año con una carta a los Reyes puede no ser mala idea, como lo hicieron las enfermeras. Sin embargo, por ahora todas las líneas de comunicación con estos benefactores han sido copadas por el curioso staff de gobierno formado por el licenciado Felipe Calderón para encarar lo ingobernable. Ellos arrancan el año definiéndolo como terso y sus prontos corifeos les dan punto menos que el Nobel en materia de gobernación. Pero lo principal y grave está por venir, y pronto tendrá que (re) descubrirse que no se puede mandar en un país de más 100 millones de almas, asentadas casi todas en las ciudades, por la vía de la encuesta secreta o de la íntima autoevaluación.
Las disonancias entre los palacios Nacional y el de Cobián asomaron en los primeros desencuentros mediáticos del responsable de la política interna y la realidad. Para acabar con el narco es mejor bajarle el volumen a una opinión pública que a diario tropieza con la faz del crimen organizado y su cauda carnicera, recomendó el titular de Gobernación, pero su jefe se vistió de faena: insistió en su mensaje navideño en que el combate a este mal está en la primera fila de sus prioridades y sus asesores de imagen lanzaron urbi et orbi su primera serie de fotos en tándem: de casaca militar y cinco estrellas a camiseta campeonísima.[...]
Los salmos antimonopólicos, entonados por analistas a la orden y aficionados a la ciencia ficción de la autoayuda, tampoco han conmovido a nadie, entre otras cosas porque los cruzados más valientes de la campaña contra la concentración son... las firmas que controlan la información y pretenden el adoctrinamiento cotidiano. Más que utópico, vano será el esfuerzo por inyectarle competencia al sistema económico cuando la raíz de la concentración está en la riqueza enfeudada y en una política de la que los medios de comunicación de masas quieren ser únicos prefectos.
El desprestigio de los políticos, promovido pero también ganado a pulso, más bien busca el deterioro de la política para, desde ahí, afirmar el carácter de tributarios que partidos y legisladores han adoptado pasivos. La convocatoria para liberarnos de los monopolios, en los que se da igual trato a partidos y sindicatos que a empresas con excesivo poder de mercado, suena así, más bien, a la preparación de una ofensiva contra algunos grupos empresariales, o sociales, que no han querido seguir la pauta dominante de aceptación sin más de las reglas del poder que, so pretexto de la recuperación del orden público, se presenta como inatacable.
Así, sin recurso de la imaginación política y sin recursos reales suficientes para mantener la ilusión de que pronto todos seremos de clase media, lo que se ofrece a cambio de la resignación es la rendición, mientras la lava de la decepción termina de salir del cono. Sin perspectiva, sin ganas de forjarla en el debate y el riesgo de una propuesta de Estado, el gobierno se asoma a la parálisis como consigna. Una verdad gris pero no por ello menos sospechosa.
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