Sin embargo, la violencia tiene muchos otros rostros. Como la ejercida desde la Presidencia panista de Vicente Fox. Desde ahí se hostigó sistemáticamente a todos aquellos medios y periodistas que no inclinaron la cabeza al paso de la pareja presidencial y criticaron y denunciaron la ineficiencia, la corrupción y sus abusos de poder. La cantinela foxista de incluir entre sus "logros" el ejercicio de la libertad de expresión no sólo reveló su ignorancia supina en el sentido de que por naturaleza esta libertad se conquista desde abajo y no puede ser otorgada por ningún gobierno. Pero fue también una máscara hipócrita que pretendió ocultar los ataques permanentes que, desde su gabinete, se perpetraron contra los medios incómodos.
Las variantes están a la vista: presiones judiciales para favorecer a grandes consorcios en contra de medios críticos; recomendaciones a concesionarios para inhibir o de plano eliminar a comunicadores que no seguían la línea oficial y una feroz persecución fiscal -con amenaza de cárcel incluida- a empresas informativas y directivos independientes. Fox y su gobierno emplearon todos los poderosos mecanismos del Estado para amenazar, coaccionar, intimidar y desarticular a todos aquellos que se atrevieron a desafiarlo y denunciarlo. En paralelo, usó selectivamente los recursos de la publicidad oficial para favorecer a sus alcahuetes y "castigar" a sus críticos. Como si se tratase de un patrimonio particular y no de recursos públicos que pertenecen a todos los mexicanos porque salen del pago de nuestros impuestos.
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