La modernidad, sustentada en el miedo y la coerción profunda –arquetípica– sólo podía terminar con un fraude, el reflejo constante de su historia. En el fraude histórico, político y económico que ha representado desde su fundación, se podría estrablecer el juicio futuro: época de sombras y obscuridad humana. La sociedad –engañada por las quimeras–, imaginó un futuro brillante, se pensó imparable en la autopista del progreso y se tomó fotografías teniendo como ilusión de fondo la "la libertad" y sus estatuas. Todo resultó ser un fraude y sólo un fraude lograría desnudar el cuerpo envejecido detrás del telón del teatro.
La igualdad nunca llegó a nosotros. La pobreza del mundo desfonda cualquier proyección de lo que sea. La libertad ha sido burlada con la monopolización de la información y la fraternidad se reduce a polvo al tener el imaginario de la violencia como coexistencia y sombra de vida. El nosotros –como nunca– vive vulnerable y roto; a punto del estallido, la psicosis o el prenderse fuego para ser alguien aunque sea con la muerte y con el fuego. El Estado, al darse cuenta de su nivel de putrefacción decidió cobrar venganza contra todos por su descomunal fracaso: se robó la elección presidencial, estableció una dictadura informativa e instauró el miedo y la militarización del aire cotidiano. La democracia moderna y sus instituciones moribundas se mantienen de pie con la tele, los 30 y un pelele.
El requiem de la modernidad sube a un primer plano –estridente–. La desnudada monarquía fue incapaz de aceptar su transición a la muerte y decidió incendiarlo todo. Criminalizarlo todo. Corromperlo todo. Inhundarlo y destruirlo todo. Ante su falta de humildad estalló la transición borrascosa. La emergencia, como en todos los finales de los ciclos humanos, será el prólogo al tiempo posmoderno, la era del arcaismo y lo tecnológico, de las redes y la economía que posibilite la producción artística comunitaria y colectiva. El México del Siglo XXI será un organismo vivo, mítico y profundo. En lo que nos antecede está La Historia. Todo lo demás ha sido un innolvidable estudio de televisión.
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Contra(comunicado):
Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.
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