lunes, junio 04, 2007

Heriberto Yepez

PSICOHISTORIA MEXICANA. TIJUANA PSICOANALIZADA

1. PSICOHISTORIA DE LAS CIUDADES MEXICANAS

Estoy convencido de la existencia de un inconsciente psicohistórico. Estoy convencido también de que el desorden ocurrido en lugares como Oaxaca, Chiapas, Culiacán, Ciudad Juárez, la Ciudad de México y Tijuana tiene como su causa profunda los desórdenes invisibles de dicho inconsciente psicohistórico. Para bien o para mal, ese inconsciente psicohistórico da estructura a las ciudades; las ciudades son su encarnación. Polis y psique se co-forman. Inconsciente y ciudad son idénticas.

Los desórdenes en el inconsciente psicohistórico de las urbes mexicanas se deben a la pérdida de sentido de su función en el conjunto de la(s) cultura(s) a la(s) que pertenece(n). Estas ciudades, por así, decirlo se han vuelto ciudades confundidas. Islas cuyo único vínculo entre sí es la Máss-Co-Media del TV-Capital. La cultura mexicana —una pluricultura— desde sus orígenes sabe que cada ciudad entraña una ‘identidad’, entendiendo por ésta una serie de metodologías de metamorfosis; en esta cosmovisión, el tránsito de una urbe a otra y la creación de una nueva entidad geopolítica implican formas de ser específicas, patrones de transformación y co-destinos. El pensamiento prehispánico es una profunda (y esotérica) reflexión sobre la psicometafísica de las ciudades. Cada espacio-tiempo posee sus propias leyes.

Una de las bases de este pensamiento es el carácter simbólico de la dialéctica entre “Tollan” y “Aztlán”:

Pudo quedar así una Tollan tras otra. Y así pudieron nacer una y otra Aztlán. Sólo que Tollan podía serlo cuando en ella vivía el pueblo que así la llamaba, mientras que Aztlán recibía su nombre en el momento en que la peregrinación empezaba. Aztlán, la dejada (Alfredo López Austin, Hombre-Dios. Religión y política en el mundo náhuatl, p. 157).


Personalmente resumo la espiritualidad mexicana así: Tollan es Aztlán; Aztlán es Tollan. “Tollan” significa el espacio-tiempo (urbano y psíquico) donde se alcanza la plenitud espiritual; “Aztlán”, el espacio-tiempo útero (urbano y psíquico) que da origen a la geopsique. En esta espiritualidad, cada instante debe convertirse en “Tollan” y conforme el devenir prosigue, cada instante pasado se vuelve “Aztlán”, es decir, etapa superada del camino sagrado. Tollan y Aztlán aluden, sobre todo, a la cartografía de una migración mental. Se tratan de estaciones del viaje interno.

Sé que aquí me separo de las interpretaciones científico-sociales de los mesoamericanistas académicos. Pero al hacerlo creo apegarme al pensamiento prehispánico propiamente dicho. El mensaje esencial de este pensamiento es que debemos migrar hacia adentro. La verdadera Tollan no es Tula o Teotihuacán, la verdadera Tollan es una Tollan interior. Los chicanos, por ejemplo, han interpretado erróneamente el mito de Aztlán, al clamar que Aztlán está en Estados Unidos. Para los antepasados de los mexicas, Aztlán estaba ubicado al norte, pero para los mexicoamericano Aztlán —la ciudad de donde han salido, su ciudad-madre— en verdad tendría que estar situada al sur. No han sabido leer este nivel del mito. Aunque, por otro lado, si los chicanos buscan Aztlán es porque precisamente no han sabido superarla. Olvidaron que la enseñanza antigua predica salir de Aztlán.

El “sur” en su significado profundo alude al submundo psíquico. Lo que el psicoanálisis del siglo XX llamó “inconsciente” en el pensamiento prehispánico se llama “Xibalbá” o “Mictlán”. Las enseñanzas rectoras de estas culturas se trataban precisamente de cómo ingresar a esa región obscura de la psique. Este es el fundamento de la psicohistoria de nuestras ciudades en México (una cultura que esencialmente se define por la migración-metamorfosis simbólica entre Tollan-Aztlán; una cultura que se autoconceptualiza por el significado que las ciudades imprimen en los individuos y por las ciudades que éstos crean). Por razones de extensión, no podré aludir todo lo que quisiera a esta dialéctica; sin embargo, pido al lector tenga en cuenta en cada paso de esta explicación, la metamorfosis, a la vez externa (política) e interna (psíquica) entre “Tollan” y “Aztlán”.

Una ciudad forma parte de una red de urbes. Cada una tiene en el tejido una misión espiritual y material específica. Cuando se descompone el tejido y se descomponen las ciudades, la cultura y los individuos enloquecen. A partir de aquí entiéndase por “ciudad” la coordinación inconsciente de espacio-tiempo externo e interno.

Esto es lo que actualmente ocurre en México. Su psicohistoria ha perdido el rumbo.

2. PSICOPOLÍTICA DE TIJUANA

He escrito lo suficiente de tijuanología específica —análisis de su literatura, de su historia como urbe y su relación con debates sobre el posmodernismo— como para ahora darme la libertad de escribir más ‘metafísicamente’ si se quiere, sobre sus sentidos y sobre los mensajes que ‘Tijuana’ lanza sobre nuestra cultura mexicana completa. Nótese, además, que en las líneas precedentes he adoptado términos del pensamiento prehispánico, pero lo mismo podría adoptar los correspondientes términos de alguna escuela psicoanálica —desde la freudiana o la gestáltica, la lacaniana o el eneagrama—; lo relevante, sin embargo, no son los conceptos sino las situaciones. Cada ciudad mexicana se ha vuelto una forma hipertrófica de amok o ataque histérico.

Las ciudades entran en caos cuando pierden su origen. Y, por ende, confunden su destino. Un perfecto ejemplo de la descomposición de “Tollan” es Tijuana. Tijuana es una ciudad mexicana tardía, cuyo desajuste central como urbe es no saber cuál es su ciudad-madre. Cuál es su ciudad-padre. Por no saberlo, Tijuana mira hacia el norte. Su mirada está puesta en San Diego, en su ciudad-padrastro. Y en su ciudad hermanastra, Los Angeles.

Al tener la vista puesta hacia el norte, da la espalda a sus ciudades-progenitoras, ubicadas al sur. (Ha perdido su “Aztlán”). Sólo que la posición de Tijuana es fatal —y notemos que la identidad genérica de Tijuana, por cierto, es femenina, como queda claro en su imaginario popular, en su música, arte y letras—, pues es una ciudad-mujer-joven que mira hacia un padrastro que la desprecia y la controla. A la vez, Tijuana da la espalda a sus progenitores, que debido a su propia degradación centrosureña también la mira con desprecio. Tijuana se ha quedado sola. Norte y sur mexicanos no se reconocen ya.

“Tijuana” es la manera en que la cultura mexicana ya no se reconoce a sí misma. El sur ya no reconoce que el norte y él son variantes de un mismo mito: el mito de la migración en que consiste la cultura mexicana. Por la misma razón, aunque con otra reacción —destruir el elemento femenino— ha enloquecido “Ciudad Juárez”. (“Ciudad Juárez” significa el elemento masculino que destruye a “Aztlán”).

Tijuana se desarrolló para recibir a los varones norteamericanos. Su origen histórico está relacionado con el servilismo a Estados Unidos, con la prostitución, el alcohol y el contrabando. (Todos los símbolos tijuanenses —el Casino, el Cártel, el burro-cebra, la Zona Roja, el Bordo, etcétera— obedecen a esta filiación). Fueron las necesidades del varón norteamericano las que estructuraron buena parte de Tijuana, desde la industria nocturna hasta las maquiladoras formadas para satisfacerlo; pero el padrastro hacia el que mira Tijuana, la rechaza. Es un padrastro que la usa pero no quiere reconocerla.

Tijuana, en general, es urbe-huérfana. “Tijuana” es un símbolo de la descomposición de la psique mexicana. Como también lo son “Michoacán” y “Distrito Federal”.

3. MUERTE POR ÚTERO

Para poder proseguir con la explicación de la psicohistoria de Tijuana voy a utilizar algunas enseñanzas de una derivación sui generis de la fenomenología, el psicoanálisis y el estructuralismo. Dejaré para otro momento su exposición completa. Ahora me concretaré a enunciar alguno de los principios descubiertos por su fundador, Bert Hellinger, aunque fueron precursadas —algo que Hellinger parece no reconocer— por Laing.

Como había dicho antes, podría utilizar otras terminologías y llegaríamos al mismo diagnóstico psicohistórico. Sin embargo, las ideas de Hellinger me parecen adecuadas, por simples y correctas. Según Hellinger, cuando una hija no toma de su madre, carece de fuerza interna. (Tomar significa aprender de ella, honrarla y, entonces, separarse y forjar su propia existencia). Este es el caso de Tijuana. Tijuana desprecia a su madre, a la que llama “naca”, “chilanga”, “india”. Al hacerlo, se ha ensimismado. Ha hecho de su cordón umbilical, su estrecho túnel-útero.

La manera en que Tijuana se ve a sí misma determina su devenir. Pocas ciudades mexicanas tienen un mayor sentido de tribu, de lealtad a unos patrones de percepción-de-sí-misma. Y Tijuana no sólo se ve sino que además se enorgullece violentamente de no ser como su cultura-madre, la cultura del centro-sur. El rechazo hacia su madre lo aprendió, sin embargo, de su madre misma. Tijuana pertenece a una estirpe de ciudades maternas que se avergüenzan o desinteresan de sus raíces (indias). Hellinger muestra que cuando una hija rechaza a su madre, paradójicamente, repite su destino. El rechazo es la base de la repetición. Seremos aquello que despreciamos.

Tijuana, creyendo que se distingue de la Ciudad de México, en realidad, reincide en sus peores características. No sólo de su madre, sino también de su ‘abuela’ —la cultura mexicana colonial— que como su nieta Tijuana tenía la mirada puesta en un hombre extranjero, en su caso el hombre blanco español, algo que la polis colonial repitió de su madre, que también tenía puesta la mirada en el hombre blanco, en su caso del Este, simbolizado por Quetzalcóatl. Tijuana y la Ciudad de México son variantes de un mujer-desastre.

El Útero/Tijuana… implica una hiper-protección del feto/vida cultural que imposibilita lograr la necesaria separación de la matriz… Tijuana se nos presenta como madre ‘única’ y feliz, y al mismo tiempo modelo ideal —Tj is the Happiest Place on Earth; Tj: Shantytowns as a New Suburban Ideal, Tj Capital Mundial de la Televisión… Llevada a un extremo presenta el riesgo de transformar al útero en una caja cerrada… La madre no deja ir a su prole y la prole la idealiza a través de su unicidad… (Fiamma Montezemolo, “Biocartografía de la escena artístico-cultural de Tijuana: el útero como límite y/o como posibilidad”)


“Tijuana” es la muerte por útero.

Hay que retirarse siempre de Aztlán pero sólo podemos retirarnos si hemos aceptado de ella su fortaleza. Si no nos la hemos apropiado, no nos hemos retirado de Aztlán jamás.

4. NARCOCULTURA Y PSICOHISTORIAS MASCULINAS

He dicho que Tijuana es primordialmente femenina. Pero lo es en el contexto de un desequilibrio de su fuerza masculina, demediada. Lo masculino de nuestra cultura patriarcal corresponde a las leyes y el gobierno. Los elementos masculinos de la cultura fronteriza se dañaron porque dicho ‘padre’ —recuerdo al lector que no hemos sino hablar de símbolos—, como ya lo han dejado claro otros hermenautas de la cultura mexicana, fue reemplazado por un varón extranjero, al que se unió la fuerza femenina. Es aquí donde interviene la narcocultura.

Dice Hellinger:

Una persona se convierte en toxicómana cuando la madre le decía “Lo que viene del padre no vale nada. Toma tan solo de mí”. En un caso así, el hijo se venga de la madre, tomando tanto que le perjudica. Con la toxicomanía, por tanto, el hijo se venga de su madre porque ésta le impidió tomar de su padre (Órdenes del amor. Cursos seleccionados de Bert Hellinger, p. 123)


Una cultura se identifica con su narcocultura cuando sus elementos femeninos —creativos y trasmisores— predican que sus elementos masculinos —las leyes, las autoridades— no valen nada, no deben respetarse, no deben ser seguidos. Los individuos, entonces, inconscientemente se vengan de lo femenino, a través de lo narco. Esto no lo dice Hellinger o, hasta donde yo sé, la psicología contemporánea, pero es evidente que drogas como la cocaína y el crystal son búsquedas desesperadas de obtener poder masculino, es decir, compensaciones inconscientes para llenarse de la fuerza que no se pudo tomar del ‘padre’. Drogas como la mariguana y el alcohol, en cambio, son saturación de fuerza femenina, envenenamiento a través del exceso de elemento femenino.

En algún otro lugar, desarrollaré más detenidamente esta tesis. Ahora sólo quería ubicar a la narcocultura dentro del sistema atrofiado del inconsciente psicohistórico de una cultura y sus urbes descompuestas. La droga “compensa”. El elemento masculino de Tijuana tiene una unión excesiva con el elemento femenino. El poeta Robert Bly escribe: “El lado obscuro de la naturaleza invadirá al hombre que tiene una unión inconsciente con su madre” (News from the Universe. Poems of Twofold Consciousness, p. 35). La fuente psicohistórica de la obsesión de la cultura fronteriza con la vida nocturna —hasta convertir su cultura en sinónimo de ella— es también su indiscriminada identificación con lo femenino que devalúa lo masculino.

Por otra parte, en el imaginario ‘Tijuana’ no reconoce otro origen que su supuesta autarquía, el más absurdo de sus mitos. De la misma manera que Tijuan y DeFe adoran la cocaína y el crystal, adoran a los narcos y a Hank. Una cultura castrada —oh Alemania nazi, oh Norteamérica de Bush— una vez que ha llegado a la cima de su desprecio del principio masculino, buscará autocastigarse pidiendo de rodillas que la someten macho-payaserías. La Mano Dura es la masturbación mental del patriarcado.

El llamado ‘Operativo Tijuana’, uno de los actos inaugurales de la presidencia del varón más inseguro de su masculinidad que hemos tenido en los últimos cincuenta años, no es más que un operativo psicológico. No forma parte de ninguna solución real a la violencia fronteriza. Las únicas soluciones reales que pueden aplicarse en México son reformas educativas psicohistóricas, una reforma total del concepto de ‘poder’ y ‘familia’. Una reconciliación con sus orígenes y con sus diferencias específicas. Las ideas de la izquierda o la derecha son inútiles. Lo que requerimos no son izquierdas o derechas, sino ajustes de fondo. Se trata aquí de lo que los griegos y Foucault llamaban el “cuidado de sí” y la cultura nahua “toltecayotl”. Reformas psicológicas del individuo, la sociedad y el Estado.

5. TERAPÉUTICA TOTAL

¿Qué camino seguir? En el caso concreto de nuestras ciudades, Tijuana tendría que voltear hacia el “sur”. Tijuana tendría que reconciliarse con la respectiva Aztlán de la que proviene, su ciudad madre (centro y sur en general). Pero conseguir esa reconciliación es empresa ardua tomando en cuenta que el rechazo del norte al sur —un conflicto que dio forma a las elecciones presidenciales del 2006— cohabita psicohistóricamente con un rechazo del sur al norte, como queda evidenciado por la historia mexica y su desprecio de lo norteño-chichimeca, de su huida de los aztecas que los oprimían. (No olvidemos que atribuir el gentilicio azteca a los mexicas es un error, pues fue de los aztecas que huyó el pueblo que luego tomaría el nombre de mexica). ¡Las identificaciones ficticias y las genealogías inventadas comenzaron antes inclusive de la Conquista! ¡Comenzaron con la genealogía fantástica que se fabricó Tenochtitlán! Para no reconocer el origen norteño de la cultura mexica se dijeron descendientes de los toltecas.

Tijuana, en su rechazo a su auténtica genealogía —avatar de la cultura mexicana más profunda—, continúa la triste tradición, también mexicana, de mirar hacia otra parte, convertirse en servidumbre al varón blanco, despreciar su propio elemento masculino, envenenarse con el principio femenino idealizado —en que feminismo y misoginia son parte del mismo desajuste—, malinchizarse y simultáneamente buscar dosis extremas de violencia masculina a través de la narcocultura, militarización o el American Way. Sin embargo, todavía es común escuchar quienes exotizan a Tijuana, pues no se han percatado que Tijuana lamentablemente repite el patrón que hizo posible a la Conquista y que hoy facilita la americanización.

El problema no es sólo que Tijuana voltee a las raíces —es marcada la indiferencia y rabia de Tijuana hacia todo lo prehispánico más hondo— sino que aunque voltease al centro-sur para tomar sus fuerzas y seguir adelante, todavía quedaría otro grave problema por resolver, quizá el máas grave: la ciudad-madre lleva décadas volteando hacia el varón blanco. Nuestro centro mismo se ha podrido. Carece de fuerza masculina verdadera y, por ende, exige fanfarronería autoritaria. Por otro lado, se ahoga en su aislamiento porque el propio centro de la cultura mexicana total se ha vuelto un centro masculino irrisorio e inverosímil —simbolizado por la pseudo-izquierda que la gobierna— y un centro femenino agotado que en lugar de convertir su antigüedad en sabiduría la ha convertido en Voluntad de Cirugía Plástica. La “Ciudad de México” no es más que la diosa mexicana degradada a Wanna Be Pop Star; ella es la más degradada.

Así que aunque Tijuana voltee al centro de la cultura mexicana, la cultura mexicana ha perdido su centro. (La agresividad del gobierno federal a la Ciudad de México no sólo se debe a su preferencia por la izquierda, sino que es parte del auto-odio que la cultura derechista desarraigada posee por todos los centros mexicanos). Aunque Tijuana voltease al sur, encontraría al sur mirando a un Norte más allá del nuestro. Pero, como las leyes psicológicas indican: la hija que rechaza a la madre termina, sin embargo, repitiendo su conducta. De tal manera que, paradójicamente, Tijuana se convertirá en una nueva versión de la Ciudad de México, ¡y la Ciudad de México se convertirá en una nueva versión de Tijuana!

México, una cultura que ahora flota sobre la nada.

La única revolución real es una revolución psicohistórica.

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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