Vestidos de negro, --como se acostumbra ir a los funerales--, Felipe Calderón Hinojosa y su familia, asisten a Roma a besarle "el anillo" al papa, y a recibir de manos del "iluminado", la daga que seguirá apuñalando el estado laico mexicano. Porque pueden decir misa sobre la "visita de estado", pero la foto significa el "sí a la vida", la educación religiosa y demás dogmas panistacristianos que pretenden incendiar el campo laico.
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A pesar de sus nebulosas facciones, el papa "nazi" parece estar contento ante las cámaras. El falso presidente, la PGR y la CNDH le brindaron su ofrenda una semana antes, al arremeter contra la despenalización del aborto en el Distrito Federal, (antigua capital azteca) ombligo del mundo y sede del genocidio más grande de la historia. Ante ese hombre obscuro, "a solas", se inca Calderón en nombre de "todos los mexicanos".
Cercado por su ilegitimidad, Felipillo y su mercantil familia, recurren a los poderes no terrenales para hacerse de una bendición que lo "legitime", mínimo, "ante Dios", porque para una inmensa mayoría de mexicanos, simplemente es un presidente espurio e ilegítimo. Un "monigote" controlado por los grandes empresarios que, inchados de impunidad y en cadena nacional, asesinaron a la democracia mexicana sin recibir castigo alguno: como los genocidas católicos. Ya se le ha dicho y se le debe repetir hasta que aprenda: la mancha de un fraude no se limpia ni con toda el agua de los oceános. Y mucho menos, con la bendición del papa "nazi".
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