De la comida corrida
La extrema derecha mexicana desarrolló su campaña electoral repitiendo una amenaza obsesiva: que tras la victoria de Andrés Manuel López Obrador se derrumbaría, ladrillo por ladrillo, la sólida barda de la economía neoliberal y, para desdicha de los más pobres, por principio de cuentas, reaparecería la inflación. Pues bien, con la patriótica disculpa de esa falacia, Calderón se robó la Presidencia de la República y desde el instante en que se apoltronó en Los Pinos se dispararon los precios de todo.
"A nuestra clientela en general se le comunica que a partir del 3 de enero la comida corrida subirá a 35 pesos. Gracias", anunciaba ayer una cartulina sobre el muro de una fonda en la avenida Revolución por el rumbo de Tacubaya. En un supermercado, por su parte, otros carteles proclamaban su ejemplar solidaridad con los consumidores de esta manera: "Ayudando a su economía mantenemos el kilo de tortilla a $8.00" (que la semana pasada estaba a 6.50).
Ahora, para contrarrestar el embate de los acaparadores, Calderón importará 450 mil toneladas de maíz blanco de Estados Unidos y 200 mil más de otros mercados del mundo. Las cifras, que hablan por sí mismas, insinúan la magnitud del desabasto que sufre un país como el nuestro donde el maíz en sus diversos colores originales amarillo, rojo, azul, verde forma parte de su cultura ancestral pero, poco a poco, deja de ser cultivado porque así lo ordena entre líneas el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
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