que estaban detenidas o secuestradas, y que se ordenó eliminar los restos
para que no hubiera protestas dentro o fuera del paísdurante la dictadura militar, entre 1976 y 1983.
Sostuvo:
Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte, y se justificó con el argumento de que
no había otra solución.
Señaló que la cúpula militar estuvo de acuerdo en que las desapariciones
eran el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión. Necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un grupo grande de personas, que no podían ser llevadas ante la justicia ni fusiladas, subrayó."
En La Jornada.
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