1.- "Haber encargado, por las razones que fuere, la persecución al narcotráfico como tarea primordial del Ejército Mexicano, y haber confundido y fundido su actividad con la que corresponde a los cuerpos policiales, es una descomunal irresponsabilidad –mido mis palabras– por parte del gobierno federal. Haber convertido la represión de una actividad criminal como el tráfico de drogas en una guerra
–una guerra interna contra un enemigo impreciso, ubicuo y enmascarado que ha llevado a las corporaciones militares y policiales del Estado también a enmascararse– es una consecuencia natural de esa irresponsabilidad.
Resulta así que el Estado nacional mexicano está en guerra por decisión exclusiva del Poder Ejecutivo. Está por lo tanto en una situación excepcional, la de un Estado que, en los hechos, actúa una y otra vez por encima y al margen de las normas constitucionales y legales que fijan y delimitan sus poderes y sus relaciones con la sociedad. La proyectada ley de seguridad nacional propone diluir y desvanecer aún más la existencia y la vigencia de dichas normas."
2.- "La situación se agrava cuando las fuerzas armadas se ven obligadas por el gobierno federal a aceptar la intervención, y en muchos casos la tutoría técnica, de las fuerzas armadas del poderoso país vecino, Estados Unidos. Desde los tiempos de Porfirio Díaz, México rechazó esa dependencia, se negó al establecimiento de bases militares y navales extranjeras incluso en tiempos de guerra mundial y no envió a sus oficiales a recibir instrucción en Estados Unidos.
Esa tradición se ha disuelto. Hoy actúa directamente en nuestro territorio, con la aquiescencia y el beneplácito del gobierno federal, personal militar, policial y de inteligencia de la nación vecina."
En La Jornada.
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