Todavía conservo mi credencial del INBA. En la fotografía tengo siete años y una sonrisa de orgullo. La Casa del Lago de Bellas Artes impartía clases de pintura gratuita para niñas y niños. Éramos una familia clasemediera con tres niñas y tres niños, la única manera de acceder a esos increíbles maestros de pintura, o ballet o música, fue a través de los programas de promoción cultural del gobierno. Como a millones de infantes o adolescentes, el arte me ayudó a tocar mi propia sensibilidad y me enseñó a mirar el mundo y a las personas de una manera diferente. Las clases de poesía en la casa de la cultura de Mixcoac nos enseñaron a Carlos, el hijo de un tragafuegos callejero, y a mí, a cobijar el dolor y sus milagros entre las letras. Hace unos días al pasar por las calles de un barrio pobre de Cancún, a plena luz del día un grupo de chavas y chavos grafiteaban inmensas bardas con impresionantes pinturas, algunas referentes al cuidado del ambiente. Un programa cultural les llevó de la rebelión rabiosa al arte. Decir que, el acceso a la cultura permite que infantes y adolescentes desarrollen un sentido de pertenencia y de comunidad no es una suposición sino una afirmación categórica.
Cuando Felipe Calderón sonreía en campaña sin imaginar que sería el presidente de la guerra, insistió en que la cultura y la educación serían sus herramientas para cambiar a México. La educación terminó entregándola en charola de plata a la madre de la corrupción sindical Elba Ester Gordillo. Cuando nombraron a Consuelo Sáizar directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), buena parte del mundo intelectual y artístico de México lo celebró. La elección de responsables en diferentes áreas, desde cine, literatura hasta teatro y música, despertaron esperanzas para nuestro país. Sin embargo el recorte presupuestal ha dado un portazo a la cultura y a quienes la promueven.
Hace unos días la gran concertista María Teresa Frenk, responsable de la Coordinación Nacional de Música y Ópera, renunció porque le exigieron recortar 50% los honorarios y cancelar todos los eventos de su área. Varios museos del país se enfrentan a la posibilidad de cerrar por el recorte. Justo en agosto cuando millones de personas hacen largas filas para entrar en los museos que han sido promovidos por la Secretaría de Turismo, se cancelan exposiciones.
Decir en campaña que la cultura y la educación son prioritarias es fácil; se necesita una crisis económica para que un régimen político muestre su verdadera naturaleza al transparentar la lógica de sus prioridades. Por un lado el gobierno federal asegura que para prevenir las adicciones precisa que la juventud se acerque a la cultura y la educación, por otro elimina el acceso a ellas. En un momento tan difícil para toda la sociedad, cuando enfrentamos una crisis económica y la violencia de una guerra sin cuartel, los instrumentos sociales que nos ayudan a la trasformación y la inclusión social son mutilados. No podemos quedarnos impávidos frente a esta masacre cultural.
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