EL OJO BREVE
Cuauhtémoc Medina
En los últimos días se ha venido desenvolviendo una crisis en el financiamiento de las instituciones culturales. La marca distintiva del proceso es el disimulo. Al tiempo que, el pasado 27 de julio, la Directora del INBA exponía a los medios los proyectos que el Instituto pretende realizar en el futuro, sus mandos medios fueron instruidos a puerta cerrada de la virtual evaporación del presupuesto para el resto del año y la necesidad de despedir a sus colaboradores contratados por honorarios. Si es imposible medir la magnitud del recorte es porque la autoridad está haciendo cuanto puede para escamotearlo al público. Pero mientras la presidenta del Conaculta, la Directora del INBA y, finalmente, el titular del Ejecutivo y su Secretario de Hacienda se lavan las manos, dejan a sus subordinados, a los directores de los centros de exhibición, escuelas y programas, la amarga tarea de traducir la reducción de recursos en despidos, cancelaciones y el virtual paro técnico de las actividades. Este es el estilo presidencial: pretender ante los medios que no pasa nada, mientras se obliga al personal de confianza a servir de verdugo.
Por supuesto, el argumento detrás de esta operación es la sumisión al más absoluto determinismo. Conaculta e INBA no se hacen responsables del desmantelamiento de la política cultural, en la medida en que el recorte es una ordenanza secreta de la Secretaría de Hacienda, cuyos técnicos a su vez derivan toda culpa hacia la climatología de los factores externos. Lo evidente es que el régimen esperó a sortear las elecciones, para confrontarnos con la gravedad de la catástrofe por la que México atraviesa: pérdidas de más de 600 mil empleos formales, un desplome del PIB de cerca del 7%, la contracción de los ingresos petroleros, y el ahogo de prácticamente todos los sectores productivos y de servicios. El más mínimo balance llamaría a admitir que el modelo de gestión neoliberal del capitalismo dependiente es un fracaso, y que sólo produce, cada década más o menos, la repetición del desplome social. Pero esa clase de reflexión sobre políticas y efectos es moral e intelectualmente inalcanzable a la clase dominante, no importa si se trata de la gestión macroeconómica o del "combate al narcotráfico".
No nos engañemos: aquí hay una responsabilidad política que no puede diluirse refiriendo la mala fortuna. Lo lamentable de tener funcionarios que se asumen como sirvientes del Presidente de la República es la abyección: bastaría una palabra de disidencia para ser removido en el más puro estilo estalinista. A diferencia del valor civil que los últimos dos Rectores de la Universidad Nacional han tenido al batallar el presupuesto de la educación superior tanto en el legislativo como ante la opinión pública, la presencia de Consuelo Sáizar en Conaculta corre el riesgo de sólo servir para facilitar al PAN extender a la sociedad la gazmoñería que el fabuloso discurso de Calderón sobre la muerte de Michael Jackson puso en evidencia. En efecto: el estrangulamiento de la producción cultural no consiste en el castigo a un intelectualismo aislado, sino la desaparición del campo de ejercicio de las inquietudes y producción de quienes admiten en la subjetividad la negociación con las paradojas de un tiempo convulso. Son precisamente los programas de cultura contemporánea los que corren más riesgo, pues a la hora de imponer "prioridades" las autoridades se guardan de proteger los eventos que los visten mejor ante la ignorancia de sus superiores. Esta crisis debe hacernos ver la necesidad de conferir a las instituciones culturales autonomía jurídica, financiera y política, precisamente porque de nada nos sirve que alguien se ostente como virtual secretario de cultura si no percibe que su tarea es encabezar apasionadamente la defensa de las instituciones. De otro modo, dejaremos que se materialice el terrible dictamen del cineasta Glauber Rocha: la modernización es ese proceso donde algo que estaba mal es removido para en su lugar no dejar nada.
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Contra(comunicado):
Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.
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