Por Heriberto Yepez
Norma Cruz Hernández
Enlace de Comunicación Social
Subsecretaria de Educación Media Superior
Secretaría de Educación Pública
Estimada Norma,
Es la segunda vez que recibo su amable carta en una misma semana en relación con lo dicho en mi columna del suplemento cultural Laberinto, del diario Milenio, el pasado sábado 11 de abril (http://impreso.milenio.com
He releído varias veces el documento —el Acuerdo 444— que usted me anexa y que me sugiere indica que “La reforma al nivel de educación media superior en ningún aspecto contempla la eliminación de las materias de filosofía”, como dice en su carta electrónica. Pero, con anterioridad, asimismo, he consultado repetidamente ese Acuerdo y otros documentos relativos a la Reforma Integral a la Educación Media Superior (RIEMS). No negaré que el lenguaje burocrático de tales documentos es un tanto confuso. Incluso a mí que tengo alguna destreza destrabando lenguajes técnicos me parece ambiguo lo descrito en dicha Reforma, pero una cosa sí resulta clara: la filosofía no será una materia básica dentro de la enseñanza de educación media superior.
Cito textualmente del Acuerdo 442, aparecido en el Diario Oficial el 26 de septiembre, que dice en una de sus notas:
“Otras disciplinas como Filosofía, Ética y Lógica no se incluyen por ser de carácter más bien transversal, pero no por ello se asume que sean de menor importancia. En el marco del Sistema Nacional de Bachillerato podrán incluirse como asignaturas si así se considera pertinente”.
A menos que se desconozca la propia Reforma, es evidente la salida de la filosofía del Sistema Nacional de Bachillerato recién formado, pues deja abierta la puerta a su exclusión y, en el mejor de los casos, a su paulatina y completa extinción. Esta decisión deja a la filosofía y sus ramas en un categoría de menor importancia o, al menos, en una situación muy vulnerable y abierta a su completa desaparición dentro de la educación media superior, porque pretender que se puede enseñar filosofía “transversalmente” es tan irreal como pretender que “transversalmente” se podría enseñar matemáticas o inglés. Afirmar que la filosofía sigue realmente presente después de esta reforma o es una triste simulación o una grave ingenuidad.
Creo que ahí se localiza la zona un tanto incierta que puede ser usada para alegar que la Secretaría de Educación Pública no desaparece la filosofía, como usted parece sugerir en su amable carta dirigida a mí e, imagino, a otros. Sé que se podrá alegar que la SEP deja la opción que se imparta materias de filosofía en los planteles que así lo decidan y que, además, en todo caso sus contenidos o formas se funden de manera transversal en las materias obligatorias. Pero, francamente, eso no es del todo realista. Y recordemos que lo que la filosofía verdadera busca es construir un nuevo realismo, más allá del realismo burocrático, del realismo cristiano y del realismo cínico.
Y lo realista aquí es que esta Reforma estimula que la filosofía desaparezca y, peor aún, su desaparición misma sea desaparecida, es decir, se alegue que no desapareció, que sigue ahí. Y eso, por lo menos, se presta a ser considerado deshonesto o desinformativo. Hablemos claro. La educación mexicana está en un momento muy grave. No sólo los resultados de los estudiantes mexicanos dejan mucho qué desear, sino también los resultados mismos de los profesores, como una prueba nacional reciente demostró. Pero, ¿cuál es la causa real de esta crisis de la educación en México? Esa crisis hay que buscarla dentro y fuera de las aulas.
Dentro: el profesor mexicano perdió su visión. La visión que Vasconcelos, el fundador de la SEP —un filósofo, el mayor filósofo que ha dado México— le dio: la educación como liberación. Educar para Vasconcelos significaba ascender, “desarrollar la sensación primaria espiritual”, escribió en 1932. Y, en uno de sus discursos como secretario de Educación Pública en 1921, dijo: “Es legítimamente maestro el que trata de aprender y se empeña en mejorarse a sí mismo. Maestros son quienes se apresuran a dar sin reserva… Uno que ya pasó por distintas pruebas y no ha perdido la esperanza de escalar los cielos, eso es un maestro”
Y añadió: “Si borramos de nuestra conducta la palabra transacción, si no transigimos no con la verdad a medias ni con la justicia incompleta ni con la fama usurpada, entonces seremos verdaderos y ejemplares maestros”.
Entonces, comencemos por esto. La Secretaría de Educación Pública, desde hace décadas, desde hace ya demasiado, ha fomentado la desaparición del maestro. Ha olvidado la visión vasconceliana que le dio origen. Para darle un solo hecho terrible, un hecho descomunalmente vergonzoso. La alianza entre la Secretaría y la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo, alias “La Maestra” —y nótese la burla que este apodo significa a la definición vasconceliana, nótese la parodia— es uno de los impedimentos más grandes para que existan verdaderos maestros en México.
Lo que una parte hegemónica del SNTE ha hecho posible es que el maestro esté atado y él o ella mismos no puedan superarse ni mucho menos, por ende, enseñar a los niños o jóvenes a superarse. No ya digamos espiritualmente sino incluso en lo material. (Si usted desconoce la corrupción de “La Maestra” le recomiendo lea el libro Los socios de Elba Esther, de Ricardo Raphael). No se aluda a las recientes reformas como algo que coadyuva hacia tal rumbo, porque esa lideresa es el símbolo mismo de todo lo que está mal en la educación en México. Es una pena, una afrenta contra los mexicanos que sea ella quien represente a los maestros. Y lo peor es que quizá sí nos presenta. Quizá el maestro mexicano está tan degradado que una figura tan corrupta como Elba Esther Gordillo es un perfecto retrato del maestro mexicano.
En cualquier caso, para que la educación en México tome un nuevo rumbo, un rumbo de progreso, todos nosotros lo sabemos, se necesita que en el corto plazo Elba Esther Gordillo salga del poder. Algo difícil, dado que todo indica que el Presidente Felipe Calderón y La Maestra se sienten identificados. La Maestra, pues, permanecerá en su puesto. Y está bien. A largo plazo es lo mejor que podría suceder. Como también es lo mejor que la filosofía sea retirada, lentamente, de la educación pública mexicana, que la filosofía no participe de esta farsa.
Aunque habría que precisar antes que no es cierto que la filosofía no tenga “competencias”. Las tiene. Un estudiante de filosofía aprende, por ejemplo, a reconocer las mentiras de los discursos del gobierno. Aprende a sentirse indignado. La filosofía enseña a pasar de un estado de inercia ciudadana a un estado de descontento con el sistema. Uno comienza hablando de filósofos griegos, alemanes, mexicanos y, de una manera u otra, o de todas, el filosofante, lenta o súbitamente, se da cuenta que el orden familiar, social, económico y político, el orden global, son parte de una esclavitud consciente e inconsciente que limita las fuerzas del hombre, que contrae el cuerpo, las emociones y la mente y, por ende, imposibilita al individuo a alcanzar la plenitud de su existencia, cuidar de sí mismo y sacar el país del atolladero.
La filosofía, sin embargo, tal como se enseña en los planteles no está dedicada a identificar y desarrollar las técnicas para pasar de la conciencia infeliz, la conciencia descontenta, a la acción radical que revolucione el orden global. De hacerlo, tendría que combatir valores familiares y religiosos fuertemente arraigados y que son algunas de las causas directas de nuestro subdesarrollo psicohistórico. La filosofía está inconclusa y ha sido tímida. Demasiado respetuoso de la índole reaccionaria de una parte de nuestra cultura popular y “cultura alta”.
Y eso, creo, ha dado pie a que se le juzgue inútil, o solamente una fuerza subversiva teórica, algo que estorba para la productividad, porque es evidentemente cierto que en un país como el nuestro, muchos jóvenes están increíblemente descontentos de ser discriminados y de no tener futuro y muchas veces la filosofía alimenta esas sensaciones o las despierta y, entonces, la filosofía en México se ha vinculado a la crítica de la religión católica, el gobierno y las televisoras, porque somos muchísimos los que creemos, millones, los que creemos que estas tres fuerzas son responsables de mantener al mexicano esclavo del pasado.
Pensar que la educación sucede principalmente en las aulas es un gran error. La educación se imparte en la familia, la Iglesia y la televisión. Es ahí donde deben dirigirse, sobre todo, las reformas educativas. La educación sucede en cada acción que se reitera, pues el cerebro, por su estructura evolutiva, aprende todo aquello que es repetido. Y lo que vemos reiterado en la estructura familiar mexicana, por ejemplo, es la sumisión de la mujer, su carácter de objeto sexual; a ella se le define repetidamente como un ser al que ni siquiera le pertenece decidir sobre su propio cuerpo. Y esto lo reitera la Iglesia católica mexicana. Y esto lo reiteran las telenovelas y la comedia de Televisa y TV Azteca y eso es la educación real, la educación repetida a todas horas del día, en millones de hogares, no sólo por los monitores y sus imágenes y palabras, sino también por las propias tradiciones (abusos y costumbres) de las familias mexicanas.
Cuando el expresidente Vicente Fox definió a la mujer como “una lavadora de dos patas” no sólo nos dejó ver la pequeñez de su espíritu e intelecto sino también, desgraciadamente, reflejó fielmente el machismo popular mexicano. Y con una educación así, discúlpeme, pero no sólo no puede haber socialismo —un sistema que, confieso, no me agrada— sino tampoco puede haber capitalismo —un sistema que, confieso, tampoco me convence—; e insisto sobre la imposibilidad de un desarrollo capitalista porque sé que el gobierno que ustedes representen eso busca muy abiertamente y está bien que lo busquen, pero sería deseable que se dieran cuenta que no puede haber capitalismo en un país en que 100 millones de personas son diariamente adoctrinadas para reírse de sí mismos, para rebajarse irónicamente a cada oportunidad, para definirse como mujeres y varones de otras épocas, tal y como son definidos por la programación de las dos televisoras, la Iglesia Católica y toda la industria del espectáculo, incluida, por supuesta, la llamada música popular, que es uno de los medios de educación principales y probablemente el más retrógrado de todos.
Si le interesa conocer de qué manera la cultura popular, especialmente el catolicismo, imposibilita el progreso capitalista, le recomiendo un autor que la izquierda mexicana detesta, pero que, paradójicamente, demuestra que los valores de la derecha mexicana, su visión tradicionalista, son las trabas principales para que haya capitalismo en México; lea, pues, cualquiera de estos libros de Lawrence E. Harrison Who Prospers; Underdevelopment is a State of Mind o Culture Matters. (Este último, por cierto, coescrito con Samuel Huntington, el mismo autor que teme que los valores mexicanos católicos tradicionales se popularicen en Estados Unidos y debilitan, por ende, su prosperidad y economía).
Personalmente no estoy de acuerdo con muchas ideas de estos libros, pero se lo recomiendo porque es un autor preferido por quienes apoyan el avance capitalista. Pero si usted prefiere la ciencia le recomiendo leer a Freud, Jung, Horney, Maslow, Lacan, Perls o Naranjo, que desarrollaron técnicas de interpretación y transformación que hoy son impartidas en universidades de todo el mundo para lograr el autodesarrollo del ser humano, hacia la dirección que éste desee. Inequívocamente, estos científicos de la psique humana nos indicaron que valores como los que defiende su gobierno impiden el progreso espiritual y material del hombre.
México no se podrá prosperar mientras los valores tradicionales, que reafirman la Iglesia, el gobierno de derecha o izquierda y las televisoras no se detengan. Así que creer que la educación de los jóvenes sucede en las aulas es una ingenuidad. O un ocultamiento. Cualquier reforma educativa real tiene que implicar la transformación no sólo del sistema escolar sino la transformación de los valores tradicionalistas de la familia mexicana, pues estos impiden la autorrealización del individuo, al estimular, en cambio, la represión sexual, el sacrificio, la culpa, la abnegación, el silencio, el sometimiento y el conformismo. El sistema escolar mexicano, pues, si quisiera cooperar para el desarrollo del capitalismo debería enfocarse a estimular a los jóvenes a abandonar las creencias religiosas y valores conservadores, moralistas y machistas que impiden el progreso individual y nacional.
Hace algunos párrafos de esta carta decía que un primer paso para sacar a la educación mexicana, un símbolo que se lanzaría de su renovación real, sería la salida de Elba Esther Gordillo, pues ella representa el pasado autoritario, el PRI en todos sus peores aspectos y su transformación de nuevo aliado del gobierno del PAN y de compañero de juegos del PRD, otro de los responsables de este desorden.
Y decía que no soy ingenuo. Sé que eso no sucederá.
Pero si estuviésemos listos para un profundo cambio, otro paso sería transformar la función de la televisión mexicana, cuya enseñanza diaria —que no podríamos llamar indirecta, porque es la más directa de todas— es una de las causas protagónicas de nuestro subdesarrollo psicológico y, por ende, económico. Las televisoras deben comprender que denigrar la imagen que el mexicano tiene de sí mismo no es la única manera de divertir. Tienen que reconocer cómo están confirmando los clichés misóginos cada cinco minutos, cómo están enseñando al mexicano que educarse no tiene caso y, en cambio, el chisme, el espectáculo, el erotismo infantilizado, el albur, el enorgullecerse de la ignorancia, son algunas de las principales causas por las cuales no puede haber iniciativa individual, igualdad, felicidad sexual, competencia, eficiencia, libre mercado o empresas prósperas en este país.
La filosofía ha sido también responsable de todo esto. No ha renovado su estructura medieval. La filosofía en la antigüedad solía ser la transmisión de técnicas precisas para entrenar la mente y el cuerpo a formar un hombre completo, energético, sin creencias absurdas o reaccionarias. Después del cristianismo, estas técnicas, lentamente, cedieron su paso a una serie de competencias escolares en que la filosofía sólo sirve para comentar textos y discutir teoría. Si usted está interesada en conocer cuáles son las técnicas de superación personal que la filosofía antigua desarrolló le recomiendo cualquier libro de Pierre Hadot o si quiere una lectura más compleja Hermenéutica de la subjetividad de Michel Foucault.
Y aunque la filosofía moderna, a pesar de su actual inercia medieval, despierta al cuerpo y a la conciencia en aquellas personas no lo suficientemente anestesiadas por la religión, el tradicionalismo familiar, los valores hegemónicos de las sociedades modernas y el espectáculo, de cualquier manera, su despertar ha sido insuficiente. La filosofía necesita recapacitar. Y su salida paulatina del sistema oficial educativo será una gran oportunidad para hacer una radical autocrítica de cómo fue que la filosofía creó las ciencias y hoy, sin embargo, es vista como una materia escolar prescindible, optativa o “transversal”.
La filosofía más profunda es impopular entre una parte de la población. Exige concentración y gusto por lo difícil. Requiere esfuerzo. No participa del populismo de los partidos, televisoras o religión. La filosofía no adula al estado de conciencia actual del mexicano. Lo cree un estado denigrado. La filosofía recuerda que hay otros orbitales de conciencia, más elevados que el que poseemos la mayoría de esta población, que está sumida en un estado infantiloide de conciencia, que sólo se mantiene debido a la insistencia de religión, medios masivos y gobierno para que ahí se estanque. La filosofía, pues, agradece que se le saque de este sistema, aunque sea una salida un tanto confusa, como por la puerta trasera.
Sé también que el proyecto de desarrollo del gobierno mexicano actual no sólo es impulsado por empresas nacionales y transnacionales e intereses internos y geopolíticos, sino también por buenas intenciones equivocadas que no se percatan que el rumbo que están tomando es de nuevo una imitación pobre de modelos exteriores, que ni siquiera allá fuera están funcionando. Pero, repito, qué bueno que todo esto suceda, porque a falta de filosofía que encauce el descontento de un sector de los jóvenes, estos jóvenes ahora buscarán otras vías de manifestar su crítica. Esperemos que esas vías sean pacíficas y no criminales o violentas, porque eso sería un retroceso, seguir el juego de la represión gubernamental, religiosa y mediática. Pero no podemos saberlo, porque una vez que retiramos las vías intelectuales para encauzar la divergencia contra el orden imperante, las energías nuevas de los jóvenes decidirán sus propios rumbos, sin escuchar el consejo de lo que estamos más viejos.
Algo me dice que mi respuesta no es la que usted esperaba. Y que incluso mi respuesta podría ser molesta a algunas personas e intereses. Pero como filósofo, escritor y mexicano autocrítico quiero pensar que también muchos mexicanos saben o sospechan que lo que todos queremos es salir de esta situación de pobreza espiritual y económica, este desorden ético y político, y también quiero pensar que saben que:
1) La educación en México debe estar representada por individuos intelectual, espiritual y éticamente sobresalientes, y no por figuras como Elba Esther Gordillo;
2) Las televisoras deben asumir su responsabilidad histórica, desde su alianza con el régimen priísta y hoy con el espectáculo político tripartidista y su actual denigración populista del mexicano; deben comprender que los valores tradicionalistas y populistas que reafirman en su programación y actitud nos mantienen en el subdesarrollo;
3) Si quieren desarrollo capitalista, deben ser renovados los valores que lo impiden: principalmente, valores católicos tradicionales; y dentro de las aulas dedicarse materias a practicar técnicas filosóficas, psicológicas y éticas que permitan que los jóvenes mexicanos se separen de los valores familiares y culturales que impiden su avance, sin que se permita que los intereses de partidos políticos de izquierda o derecha, religiones o credos cualesquiera, impidan dejar atrás estas estructuras anticuadas y opresivas;
4) Disciplinas como la filosofía deben renovarse radicalmente y retomar su liderazgo espiritual al reinventarse como técnicas profundas de transformación de la vida interna y externa del individuo y llevar estas enseñanzas a las masas, a través de la escuela o cualquier medio posible que el futuro ponga a su alcance, incluidos los medios, que son hoy la principal vía para transmitir toda clase de enseñanzas, negativas o positivas, para la formación del hombre.
Estas son las reformas que esperamos. Estas son las reformas educativas que algún día llegarán, no para nosotros, porque al parecer nosotros no contamos aún con la suficiente fuerza o visión para comprender cuál es el paso siguiente, pero esa visión y fuerza ya comienzan a despertar y tomarán el poder algún día y esa será la verdadera revolución mexicana, que puede ser paulatina o súbita, una revolución que primero será espiritual y después será política.
No le quito más su tiempo. Sé que las actividades del día apremian.
Ojalá sus reformas sean llevadas a sus últimas consecuencias. Eso, a final de cuentas, probará lo errado de las medidas tradicionalistas, antihumanistas, antiprogresivas y, repito, anticapitalistas, que está tomando el gobierno y, por ende, su fracaso acelerará el proceso de transformación total.
Saludos cordiales,
Heriberto Yépez
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