miércoles, febrero 20, 2008

Chasqui. Revista latinoamericana de comunicación.

Sobre el periodismo, la ética y la democracia, José Zepeda Varas y Daniel Prieto Castillo

Existe un documento producido por colegas que, en la senda de maestros como Kapuscinski, insisten en la cuestión ética. Se trata de El compromiso de la Boca, producto de un encuentro sobre ética periodística coordinado por Javier Darío Restrepo, organizado por FOPEA, el Foro de Periodismo Argentino. El texto dice que hay que:

1. Defender la verdad, nuestra independencia como periodistas, y comprometernos a dar un tratamiento honesto a la información.
2. Comprometernos con la democracia, el pluralismo y la tolerancia como valores esenciales de las sociedades modernas.
3. No aceptar sobornos, dádivas ni privilegios de parte de ningún tipo de poder.
4. Obtener información por métodos legítimos.
5. Mantener los acuerdos off the record con las fuentes de información. Y utilizar este recurso solo en casos imprescindibles.
6. Respetar el derecho a la intimidad de las personas.
7. Priorizar la vida de las personas a cualquier primicia.
8. Utilizar el papel de los medios para construir y no para destruir.
9. Respetar el derecho del acusado a dar su versión de los hechos.
10. Evitar los conflictos de intereses que comprometen el trabajo del periodista para garantizar su independencia.
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El mundo tiene hoy dos dimensiones: la real y la virtual. El periodismo oscila entre ser testigo de lo real o dedicarse a crear realidades para vender, ganar audiencia y tener los favores del poder. El periodismo de Kapuscinski, de dignos periodistas del terreno como Michael Herr y Martha Heller, era un periodismo directo, aparentemente sencillo, pero consustanciado con la verdad a partir de una síntesis del lenguaje.
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La gobernabilidad autoritaria, de la cual tenemos una sostenida memoria en los países de la región, se logra a costa de la democracia. Es el intento de congelar el fluir de la vida, de eliminar o reprimir al máximo el sano juego de las contradicciones sociales, de crear la ilusión de estabilidad aplastando la vitalidad de la sociedad.

La gobernabilidad autoritaria atenta contra la cultura, busca infantilizar a la población, en el peor sentido del término, quiere privarla de voz con poder propio y ciudadano. Contra esa forma de gobierno que quita la voz, parte del periodismo ha desempeñado y puede desempeñar una función crucial de reestablecimiento democrático. No en vano los dictadores empiezan por cerrar la prensa cuando dan golpes de Estado, y los autoritarios en sistemas democráticos no tardan en invertir en prensa, para comprar elogios y ocultar negocios y manipulaciones.
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Sin embargo, cuando un país es gobernado por grupos que buscan solo su beneficio y el de sus allegados, podemos reconocer la presencia de diferentes formas de autoritarismo, aunque las mismas no aparezcan con la violencia explícita de los gobiernos de facto. El autoritarismo trabaja también por cooptación, en el sentido que persuade sin violencia directa a alguien para que crea o actúe en determinada dirección.

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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