Zygmunt Bauman
Felipe Calderón no ganó las elecciones. Todos sus discursos y giras han sido un montaje; se pinta el pelo, se saca la ceja, eleva la voz ante la cámara, utiliza tacones, baila con la monarquía, escupe falsedades y no puede ni podrá legitimarse. No es presidente de México. Amarrado de pies y manos por los compromisos políticos que le permitieron robar la voluntad popular, la presidencia ilegítima desde el prólogo dejó claro lo que sería su gobierno: un decálogo de servilismo. Un "co-gobierno" con Elba Esther Gordillo, Carlos Salinas de Gortari y Manlio Fabio Beltrones. Felipe Calderón no es "autónomo"; es una "mal hecha" artesanía neoliberal.
Cuando los diputados intentaron investigar los excesivos lujos del rancho San Cristobal, Vicente Fox sacó el diesel, roció el suelo de la impunidad, y con un cerillo prendido en la mano dijo: “No robé, y un grupo de testigos de calidad que es el presidente Bush, que es el secretario Powell, pueden dar testimonio de ello"; lo que quiso decir en el lenguaje críptico fue: Bush y Powell son los padrinos del fraude y qué. Felipe Calderón, al robarse la presidencia y asesinar la minidemocracia nacional instauró "la moda" de la impunidad en México. Es la hora de las hienas de risa fría.
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