miércoles, enero 17, 2007

Two faces

Felipe Calderón, aparte de ser un presidente espurio, es un político acomodadizo, de doble cara y sin vergüenza. Donde se para Feli-pillo, el ridículo se asoma, ya sea por su afán de someterse a los disfraces que la audiencia reclame (como ese histórico y holgado saco militar) o por sus declaraciones sin sentido que nos describen las acciones de un personaje confundido con su propia imagen, con sus programas de gobierno y con su ilegitimidad, misma que será el fantasma que lo acompañe hasta que deje la silla que los mexicanos no le dieron.

Felipe Calderón declaró ayer en San Salvador que América Latina no debe regresar a regímenes autoritarios, cuando México, el país que se supone que gobierna, está viviendo una extraña militarización de su vida civil y política, --como nunca antes en la historia contemparánea--. Y por muy institucional que sea el ejército, un gobierno civil que se apoya en las fuerzas armadas para gobernar, es un gobierno autoritario, porque así se manejan los militares: cumpliendo órdenes en estricta verticalidad.

Y como todo lo que tocan los panistas, han convertido al ejército en producto de agencia publicitaria con tal de mandar el mensaje de que Calderón tiene el apoyo de alguien, aunque sea de los hombres de verdeolivo, a quienes como parte de la estrategia del mercadeo político, sacan en televisión simulando operaciones de seguridad o como figuras decorativas para rodear y apapachar, --en formación de estrella--, a las Chivas Rayadas del Guadalajara.

Y como prueba de su doble discurso, Calderón comentó:“no es lo relevante la orientación de un gobierno, si es de izquierda o si es de derecha, lo relevante, es que el pueblo pueda decidir quienes son sus gobernantes”. Precisamente, lo que él y su pandilla de cuello blanco no permitieron en México.


Hernández

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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