Por: José Antonio Crespo.
La afirmación de que México necesita una izquierda moderna y democrática debe ser complementada con otra: también requiere una derecha moderna y democrática, algo que en los últimos años el PAN ha demostrado no ser. Su histórico compromiso democrático fue hecho a un lado al poco tiempo de llegar al poder. Abandonó su legendario apostolado electoral, tanto en comicios constitucionales (por ejemplo los del año pasado) como en los internos (según sucede ahora en Yucatán). Por otro lado, su ideología clerical y su conservadurismo moral lo alejan de la modernidad social. Al contrario, nos recuerda a la vieja derecha mexicana, hija de los “cangrejos” decimonónicos, resurgida durante las cristiadas y el sinarquismo. Numerosos personajes de primer rango en el PAN de estos años tienen vínculos hereditarios o emocionales con cristeros y sinarquistas. Vicente Fox exaltaba frecuentemente la gesta cristera y se decía orgulloso heredero ideológico de ella. Carlos María Abascal es hijo de uno de los máximos líderes del sinarquismo. El padre de Felipe Calderón tuvo también cercanía con los cristeros (escribió una historia novelada de hazañas de ese grupo, sobre sus andanzas en esos años). Y los “yunques” pululan por varios lados ocupando cargos relevantes. No, el PAN no representa una derecha moderna (como lo reflejan las declaraciones del secretario de Salud, José Ángel Córdova, entrevistado por Excélsior la semana pasada, de que meterá reversa a los avances en materia de salud y libertades de conciencia).
No tenemos, pues, ni una izquierda ni una derecha modernas, y desafortunadamente tampoco un partido liberal en el pleno sentido de ese término.
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