lunes, diciembre 04, 2006

Protesta en medio de protesta

Horizonte político
Por: José Antonio Crespo

Al ver la tribuna tomada por los panistas, al grito de "México, México", para garantizar que Felipe Calderón pudiera rendir protesta en el salón de plenos, fue inevitable recordar cuando en 1988 los priistas asaltaron igualmente la tribuna coreando "México, México" como única forma para declarar a Carlos Salinas de Gortari presidente electo, ante cardenistas y panistas (entre ellos Vicente Fox) que replicaban con airadas consignas. Que el partido oficialmente ganador tenga que tomar la tribuna para hacer valer su victoria es reflejo de las cuestionables condiciones en que la obtuvo. Y eso era justamente lo que buscaba acentuar el PRD el 1 de diciembre. No tanto impedir que Felipe rindiera protesta, pues eso sí hubiera elevado los costos para el sol azteca de forma exponencial, ya que implicaba una grave violación a la Constitución, cometer delitos contra el Estado (como sedición y rebelión) y nos llevaría a un grave vacío jurídico del que quién sabe cómo hubiéramos podido salir. Y nadie anuncia un delito antes de cometerlo, a menos que no lo vaya a cometer o justamente para que sea evitado (como cuando se avisa que fue instalada una bomba en tal o cual sitio).

Todo indica que el PRD recurrió a ese amago como un bluff de jugador de póker, justamente para provocar las condiciones que permitieron elevarle el costo al PAN y a Calderón al tener que "militarizar" la ceremonia. La primera mejor opción para los perredistas era que Felipe rindiera protesta en una sede alterna, es decir, en el "patio trasero", señal de humillación y debilidad. Fórmula comprensiblemente no aceptable para Felipe, y de ahí la toma de la tribuna por los panistas desde el martes. La segunda mejor opción para la bancada perredista era que Calderón no llegara al salón de plenos por la puerta principal y que permaneciera ahí el tiempo estrictamente indispensable para, acto seguido, poner pies en polvorosa. La imagen buscada por el PRD fue la de "protestas y te vas", con lo que se pretendía poner al gobierno de Calderón un sello de "dudosa legitimidad", pues nadie plenamente legítimo tiene que andar en esos trotes para tomar protesta. El costo que por todo ello tendría que pagar el PRD frente a la opinión pública —sugerido por varias encuestas— fue calculado como menor que el de permitir una toma de posesión como si estuviéramos en una democracia escandinava. Por su parte, tanto Vicente Fox —con una indescriptible mueca, mezcla de soberbia y resentimiento— como quien fue su secretario de Gobernación, Santiago Creel, pudieron palpar directamente el resultado de su lamentable gestión política: una nueva y grave crisis de fin de sexenio. Cosa que jamás aceptarán ni siquiera ante sí mismos, pues los políticos requieren fuertes mecanismos sicológicos de defensa para sobrevivir en ese mar de simulación, cinismo y encono.

Que los perredistas no hicieron su máximo esfuerzo por impedir la toma de posesión de Calderón se reflejó al bloquear las puertas principales pero no la trasera, y ya cuando Felipe salió como de una chistera de mago, los legisladores del PRD se fueron a sentar a sus curules, sin asaltar la tribuna como lo hubiera exigido la estrategia de impedir el ceremonial a toda costa. Se trataba de que Felipe y los panistas no tuvieran claro si el amago iba en serio y de que hasta el final mantuvieran la duda al respecto. Eso explica la bizarra ceremonia celebrada en Los Pinos el primer minuto del viernes, donde Felipe "tomó posesión" ante su gabinete, lo que reflejó su inquietud de que quizá no pudiera rendir protesta frente al Congreso. En cuyo caso quedaría sin asumir sus funciones según lo estipula el artículo 128 constitucional. De ser así, se podría vender a la opinión pública la "toma de protesta" frente al gabinete como jurídicamente válida, para que no se le escatimara su derecho a fungir como Presidente constitucional. De ahí el surrealista evento de medianoche. Llamó también la atención la decisión de la Presidencia de monopolizar la transmisión en red nacional, con una crónica al más puro estilo de los sesenta, un auténtico retorno a los viejos tiempos. Según "producciones Foxilandia", en el Congreso se respiraba un "ambiente de tranquilidad" y Calderón inició su gestión "con la mano dura y el pie derecho" (dice mucho que no se haya matizado dicha convicción bajo la expresión "mano firme", sino abiertamente con la de "mano dura"). Varios medios decidieron saltarse la aburrida y zalamera narración oficial y continuaron dando a su auditorio una perspectiva basada en la penosa pero inocultable realidad de nuestro México bronco y bananero.

El acto y la marcha encabezadas por Andrés Manuel López Obrador tenían también como propósito hacer del Auditorio Nacional otro bunker, donde Felipe pudo celebrar a sus anchas —entre vítores y fanfarrias—, con amigos y miembros de las élites del país, representantes de los poderes fácticos a quien Calderón debe tanto. Aunque la pomposidad fue aderezada con un toque indigenista, para que no se dijera que el pueblo estaba ausente en tan magna ceremonia (pero sí faltó Elba Esther Gordillo, encarnación de las mejores causas populares). La festividad en el Auditorio contrastó con la grave solemnidad y el enojo en el acto de López Obrador, cuyo radicalismo y estridencia discursiva confirman que su estrategia este sexenio será confrontar sistemáticamente a Calderón, con miras a debilitarlo. La distancia entre esas dos estampas refleja la ruptura del acuerdo democrático que, en tanto no se restablezca, la vida política no podrá normalizarse. Más allá del trago amargo del viernes, queda por delante un campo políticamente minado. Todo ello, gracias al genio político de Fox, cuyo retiro al rancho es la mejor noticia de estos meses. Un año más en el gobierno y nos quedamos sin país.

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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