Presidente bajo sospecha… otra vez
carlos acosta córdova
México, DF, 10 de julio (apro).- Una sensación de vacío y de impotencia dejan los resultados anunciados por el IFE. Y no por quién ganó y quién perdió, sino porque otra vez, si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ratifica aquéllos, tendremos una Presidencia bajo sospecha, con legitimidad cuestionada. Y tanto trabajo que costó, tanto esfuerzo colectivo de años, para ciudadanizar las instituciones electorales y para depurar, eficientar y transparentar los procesos comiciales.
Qué paradoja: Felipe Calderón fue uno de los impulsores del cambio y modernización de esas instituciones y de esos procesos. Como diputado fue un ferviente y vehemente defensor del voto, del respeto a la voluntad ciudadana; crítico severo de los viejos vicios que empañaban toda elección durante los gobiernos priistas: la coacción y la manipulación del voto, la competencia desigual, la imparcialidad de las autoridades, la falta de limpieza, las trampas.
Pero ahora, con la pírrica ventaja de casi 244 mil votos respecto de Andrés Manuel López Obrador, y con el voto en contra de la mayoría de los mexicanos –de casi 42 millones de votantes, más de 27 millones no cruzaron su nombre en la boleta–, reniega de todo aquello. Ahora, para él, querer llegar hasta las últimas consecuencias en la defensa del voto ciudadano no es más que capricho, ambición, interés particular y ganas de torcer la ley.
¿Harán caso esos 27 millones que no votaron por él a su llamado a la conciliación nacional?, como lo hizo la madrugada de este jueves, cuando logró aventajar a López Obrador por una centésima de punto, luego de 16 horas de estar abajo en el cómputo de las actas distritales.
Invitó a todos a todos los mexicanos para que el país inicie una nueva etapa de conciliación y de paz, pero antes –y después– agredió a quienes no comulgan con él: los mexicanos “votamos pensando en el país, en nuestros hijos, votamos por la paz, rechazamos la violencia como vía para resolver nuestras diferencias”.
Y, en la contradicción, todavía demandó algo más: “Les pido a quienes no votaron por mí, que me den la oportunidad de ganarme su confianza. Mi propósito será hacer míos los anhelos, las aspiraciones y las preocupaciones de quienes no votaron por mí (otra vez: la gran mayoría, 27 millones de mexicanos), al igual que los anhelos y las preocupaciones de quienes sí votaron por mí”.
La pregunta es si tiene autoridad moral para hacer ese tipo de solicitudes, si tiene la conciencia tranquila, para llamar a la conciliación. Y no sólo por su rechazo a quienes legítimamente dudan fundadamente de su triunfo y quieren hacer uso, también legítimo, de su derecho a defender el voto. Sino por la manera de obtener ese triunfo, a través de una campaña que infundió miedo y se propuso fundamentalmente descalificar y destruir al principal y peligroso adversario, y que transformó lo que pudo ser una verdadera fiesta cívica, de gran participación ciudadana, espontánea y convencida, en un delirante tropel de asustados –los que votaron por él– que en masa coparon las casillas para evitar que el demonio Andrés Manuel viniera a destruir el país y desapareciera lo que cada quien tiene.
Sirvieron de mucho los cientos de millones de pesos invertidos en una brutal campaña de descalificación y exponer a López Obrador como un “peligro para el país”. Funcionó la alianza expresa con las cúpulas empresariales y señalar al perredista como retrógrada e irresponsable. Benéficos fueron los apoyos del gobierno de Fox, que no dejó de tacharlo de “populista”, para desprestigiarlo cotidianamente.
Y ahora Calderón, en plan conciliador, le agradece a López Obrador el haber sido un adversario fuerte, y hasta chamba, dice, le ofrecería en su gabinete. Sí, al hombre que para Felipe y sus seguidores representa el endeudamiento, la crisis económica y la pérdida del patrimonio familiar, pero también “el desorden, la violencia y el odio entre los mexicanos”.
¿Hay motivos para celebrar?
Comentarios: cgacosta@proceso.com.mx
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Contra(comunicado):
Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.
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