La palabra hacking tiene varios significados, la más conocida
se relaciona con individuos que actúan como saboteadores o guerrilleros
en el ciberespacio, bloqueando o robando información de sitios de
gobierno o corporaciones; también pueden ser programadores virtuosos
utilizados por gobiernos en áreas de inteligencia o por grupos
subversivos ideológicos como el caso de Anonymous. Pero esa definición
de "hacking" es limitada para explicar el proyecto de control social
aplicado por el neoliberalismo en México. Para ello, debemos entender
"hacking" desde el campo deportivo que significa atrapar, cortar o
atacar, al balón o a un jugador en especial. Y si tienes un "hacking
team", entonces la actividad de interceptar o atacar se realizará entre
un grupo de personas.
La empresa de espionaje "Hacking team" tiene sede en Italia, y como se dio a conocer primero en WikiLeaks y después en varios medios nacionales y regionales, fue contratada por el gobierno de Enrique Peña Nieto
para realizar trabajos de contrainteligencia mediante un software llamado Da
Vinci y en el caso particular de Baja California se documentó
que sus agentes corporativos en visita al estado utilizaron el avión del gobernador Francisco "Kiko" Vega.
Es decir, es un hecho periodístico que como en veces el periodismo es,
pasó rápido y no se explicó a fondo su conexión con el mundo social, lo que sucede entre los datos virtuales obtenidos de manera ilegal y los mecanismos de acción policiaca que se implementan con la información obtenida.
Los
gobiernos autoritarios que intentan ser totalitarios, empiezan
amedrentando a grupos selectos de individuos: intelectuales, líderes
políticos, activistas cibernéticos, periodistas, defensores de derechos humanos,
artistas, profesores universitarios, sindicalistas verdaderos,
izquierdistas radicales y una vez establecido un poder de inacción a sus
principales adversarios o detractores ideológicos, le aplicarán el método, paso a pasito, a la
población en general. La inteligencia de un estado
siempre utiliza uniformes o actores para recolectar información que lo lleve, si eso es posible, a conocerlo todo, y
apretar psicológicamente a los temores colectivos y a los adversarios selectivos. Y en tiempos de guerra se paga jugoso
salario por hacerlo, ya que la economía paralizada abre puertas de movilidad adquisitiva en el campo burocrático relacionado con la seguridad. Ese paraíso fangoso por donde corren los millones de dólares de los gringos mediante su Iniciativa Mérida y la supuesta guerra contra las drogas.
Aquí, un ejemplo de las obras sociales montadas en
mi contra: Lunes.
Salgo de mi casa y afuera está un camión del Zeta gas. Sincronía
jungiana. Martes. Salgo de la casa y a unos metros de la puerta está un
camión del Zeta gas: el intento don juanesco quizá. Miércoles. Salgo de
la casa, camino unos pasos y me sigue un camión del Zeta gas a velocidad
lenta por varios metros, en el camino acelera y desacelera su motor.
Jueves. Salgo de la casa y en la esquina está un camión del Zeta gas y
su chofer me toma una foto con su celular mientras cruzo
la calle. Viernes. Salgo en el carro para evitar la repetición de los
hechos y el camión del Zeta gas está estacionado en el bulevar y me
sigue varias cuadras con la bocina encendida a todo volumen. Sábado y
está de nuevo afuera de la casa. Domingo al salir también. Por deducción
lógica el camión de los Zetas está siguiéndome y yo sí sé por qué.
El Hacking team realiza seguimientos a teléfonos celulares, altera sus micrófonos, los geolocaliza, revisa los correos electrónicos, analiza llamadas de Skype o los datos del WhatsApp, ¿Y para qué? ¿Para masturbarse en las oficinas frías del neoliberalismo? No. Para ejercer el poder, el terror y el miedo mediante
pinceladas de autoritarismo que son casi guión de una película de terror
o poesía distópica. Por ejemplo, me visita un amigo y decidimos ir a
comer pizza, al regresar, fuera de casa está una caja de pizza vacía.
Voy a pagar las placas del carro, y al volver está una fotocopia de una
tarjeta de circulación en la banqueta. Me visita un amigo para hacer ejercicio y encuentro en el patio un dibujo con un trazado infantil de un par de
hombres bailando. Al principio, cuando lo sucedido parece aleatorio, lo
primero que viene a la mente es lo que Aristóteles define como la
catársis: sentir al mismo tiempo compasión y terror. Pero después,
cuando la lógica social o la matemática y su probabilidad hacen evidente
la falsa reiteración de esos hechos, sigue el juicio post-racional:
chinguen a su puta madre, me están siguiendo.
El equipo
del hackeo tiene tejida en su interior una red de personas que años atrás en otra sociedad y continente, Carlos Marx llamó
"Lumpemproletariado", una clase social que no tiene consciencia de
clase, está fuera del sistema, ni estudian ni trabajan dirían ahora, y sobreviven en
actividades informales como el tráfico de objetos, la prostitución o
vendiendo droga. Esa red está articulada en zonas habitacionales que
cubren los objetivos a hackear para elevar la temperatura social del
territorio, facilitar la labor de halconeo y seguimiento de las
actividades realizadas en el sitio señalado. Cada vez que
alguien llega o sale de mi casa taller, se activa el protocolo lumpen y
en bicicletas, patinetas o caminando pasarán una y otra vez delante de
nosotros, haciendo claro el mensaje "los estamos viendo".
Dentro
de las tácticas del ruido sostenido, el grupo de hackeo aplica la
construcción infinita, donde alrededor de los objetivos se establecen
trabajadores de la construcción que coordinan acciones con las actividades del observado.
Si llega alguien a casa, se escucha un martillo. Si sale, se escucha de
nuevo. En otros casos, al llegar alguien a trabajar prenden un radio a volumen desconsiderado y trabajan horas
extras. El claxon loco como elemento disruptivo de la escena es de sus herramientas recurrentes como el objeto metálico que en loops cae al suelo. Otra táctica sucede cuando estoy
barriendo la calle o el patio, pasan personas hablando por teléfonos celulares, y dicen en voz alta palabras clave o pinza. Por ejemplo
si en la mañana publico un estado en Facebook, repiten lo que escribí a
manera de diálogo: "entonces al fondo a la derecha". Otras, en caso de
que vaya a desarrollar una actividad como celebrar un cumpleaños, al
pasar dicen: "voy al cumpleaños", o bien enuncian algunos nombres de
familiares o de amigos, de situaciones donde estuve involucrado en
tiempo pasado o de mis recientes comunicaciones electrónicas.
Las
anteriores son algunas de las observaciones que realizé durante meses;
el fenómeno es diario, sin falta, pero se van
moviendo, repiten sus técnicas y métodos, pero las van puliendo o administrando el
disfraz para nunca ser tan obvios y no develar su juego empleo. Y de vez
en cuando las policías y el ejército son parte de alguna operación
mixta entre lo visible y lo invisible del Estado; podría explicar más detalles de las jugadas utilizadas pero
cuando un método de perversión es expuesto es suficiente con haberlo
liberado. La historia lo constatará. Desde luego, la sutileza de
los mensajes hace casi perfecta la obra distópica y una vez detectados
los protocolos, comparé sus características con otras policías secretas de la historia moderna y
presentan
similitudes monstruosas. Cuando la historia está sucediendo, está
sucediendo y para muchas personas es imposible ver la sucesión de los
hechos, por eso escribo lo que escribo, como pequeño testimonio de una
época; la del terror invisible.
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Contra(comunicado):
Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.
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