Sergio Humberto Brown Figueredo
Existe una básica relación y diferencia entre la opinión publicada en los medios masivos y lo que sucede con ella, la opinión pública. En el lenguaje se dan los cruces que construyen y reconstruyen juicios y réplicas sobre el aconteSER público y privado. Esos intercambios dependen de la cantidad y calidad de la información. Por eso la oligarquía en México para sostenerse en el poder capturó los medios tradicionales, periódicos, radio, televisión y también tienen presencia dominante en internet. Por eso los que ostentan el trono se oponen silenciosamente a expandir por el país la red de redes.
Para seguir con la silla presidencial secuestrada y no ser tan obvios en el control mediático, el neoliberalismo expandió la cantidad y redujo la calidad de información. Aumentaron las ofertas mediáticas pero todos repiten lo mismo en voz o letras de títeres en turno, López Dóriga por mencionar un nombre, no habla exclusivamente por él, habla por el grupo en el poder, sus publicaciones establecen líneas de opinión para combatir información contraria a los intereses hegemónicos o encabezar ofensivas políticas contra sus adversarios. Los medios tradicionales y sus empleados responden a los intereses del capital que los contrata.
De ahí lo atípico del caso Carmen Aristegui que en MVS mantuvo su independencia gracias a cláusulas de libertad editorial en su contrato, al fin, dinamitadas por publicar en su portal la existencia de La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto. El periodismo de investigación es poco practicado en México porque en el fondo del abismo se encuentran los cadáveres de la corrupción política y casi nadie quiere sacar a pasear muertitos ajenos, porque como se ha reiterado, se corre peligro de ser perseguidos, despedidos o en casos extremos, golpeados o asesinados. El clima de violencia generalizada afectó al periodismo que expone los andares en el fango de administradores públicos, sus excesos y despilfarros; no puede venir esa violencia de otro lado que no sea el Estado neoliberal capitalista.
A la fecha en México son pocas las repercusiones "reales" de las excelentes historias que el periodismo de investigación ha expuesto. Gracias a valiosos esfuerzos de medios libres y periodistas críticos, millones de ciudadanos saben hoy más del acontecer público que en la era informática pasada. La inmediatez de las redes sociales detona críticas puntuales a los gobiernos en turno, municipales, estatales y federales, pero algo no termina de cuajar entre la movilización social y los contenidos de las investigaciones periodísticas. En un escenario de colapso del sistema de partidos, en nuestro país la oposición le hace menos daño al gobierno que los medios libres, de ahí que podamos depositar la esperanza de un cambio socio-político en la (r)evolución periodística.
Si algún día renuncia un funcionario de primer nivel por la presión de información expuesta en medios contra-hegemónicos, abriría la puerta a que esa exigencia se extendiera en todo el país, por eso no sucederá pronto. Por más podrido que esté, el poder extralimitado del capital y la oligarquía son lo suficiente inteligentes para seguir comandando el barco de la república saqueada. La información que circula en redes o libros, que ya detona rayos contra el sistema, no ha provocado la chispa que incendie un movimiento de resistencia que pudiera juzgar, más allá de la opinión y las plazas públicas a los funcionarios corruptos que abundan y se extienden por la geografía nacional. En momentos de poca claridad dentro de las formas políticas tradicionales, el periodismo puede ser la (r)evolución que necesita nuestro país, todavía llamado México.
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Contra(comunicado):
Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.
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