Sergio Brown:
Para hablar de Hugo Chávez, enuncio
primero la disputa ideológica que se libra en los medios masivos de
comunicación transnacionales que después de la caída del muro de Berlín
(el falaz fin de la historia, o fin del proceso dialéctico entre el
capitalismo y sus contrapartes ideológicas, ente ellas el socialismo)
oscila entre los que esos medios denominan los ‘terroristas’ y los (sic)
‘demócratas’ que imponen a países débiles mediante la fuerza o guerras,
una forma de ser política, económica y culturalmente.
El terrorista, bajo la clasificación
neocolonialista, es el líder político o presidente que pone como
prioridad su identidad cultural a la del imperio, sus símbolos
históricos antes que los de Walt Disney, o aquel que pretende que los
recursos naturales de su país sean explotados por el Estado para
beneficio de sus dueños, el pueblo, y no por las compañías
transnacionales. Digamos, pues, que bajo esa categoría lo que llamamos
“libertador” desde nuestra historia compartida (de Simón Bolívar a Evo
Morales), termina siendo para esos medios e intelectuales, un estribillo
digno de un ‘Harlem Shake’: con-los-terro-ris-tas.
Y añado. El postcapitalismo tiene como
campo de batalla en la guerra por la mente a los medios masivos de
comunicación, y así como se dice que la guerrilla zapatista fue la
primera “guerrilla de internet”, en Venezuela se dio un primer golpe de
Estado por televisión. A través de una insurrección editorial encabezada
por los ‘Ciros’ y los ‘López Dórigas’ de allá financiada por la
oligarquía proimperialista, agentes encubiertos de la CIA, y un puñado
de militares entregados al materialismo y riquezas que simboliza la
clase política antichavista, se detuvo y encarceló a Hugo Chávez elegido
democráticamente y se le sustituyó unas horas por un guión televisivo
escrito en Washington. Sin la acción de rescate/protesta en las calles
de los venezolanos, hubiera sido un golpe de treinta cuadros de mentiras
por segundo.
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