"El fin de una “cuenta larga”: el 21 de
diciembre de 2012 de la cultura maya inscrita en una piedra en el
“tortuguero”, espacio arqueológico ubicado en Macuspana, Tabasco (sitio
donde nació AMLO), ha producido múltiples interpretaciones de las
industrias culturales sobre “el fin del mundo” que, a unos días del
fenómeno, en el climax del merchandise empiezan a tener
trascendencia social: que la NASA dice, que el Vaticano dice, que los
científicos lo niegan, que si no se acaba el mundo, “valen madre los
mayas” y así, a la paranoia apocalíptica infinita.
La cultura occidental moderna concibe el
tiempo como una trayectoria lineal e irreversible (una flecha de
tiempo) y dicen, esa línea tendrá un fin. Tienen siglos esperándolo y no
sucede. Las antiguas culturas mexicanas definían el tiempo como un
ciclo de retornos, espirales determinadas por la revolución planetaria
alrededor del sol, y del sistema solar dentro de la mecánica universal.
Sus profetas nombraban posibilidades futuras en base a la historia de
los ciclos pasados y las acciones humanas que se manifestaban durante
las (re)vueltas astronómicas: donde “pasado” ciclo largo ocurrió esto,
es probable que en el próximo viaje del planeta se repita, pero con
otras características históricas, culturales y sociales. De ahí que la
primera acción de un conquistador sobre la cultura conquistada es
“borrar” la historia que es pasado y futuro al mismo tiempo."
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