Luis Linares Zapata
La decadencia material y anímica en México, que ya dura más de un cuarto de siglo, ha contaminado muchos (casi todos) de los demás sectores de actividad social, política, intelectual o productiva del país. El periodismo no podía quedar al margen, en especial ese rubro que cubren los columnistas cotidianos. En realidad sus aportes ocupan un lugar preponderante en este disfuncional proceso que condena al estancamiento al desarrollo nacional. De los contenidos que se difunden en la televisión abierta, poco es lo que se puede añadir a la dura crítica ya ensayada por los especialistas en vista de los negativos resultados obtenidos. Los noticiarios estelares poco contribuyen a proporcionar bases objetivas que sostengan opiniones atentas al mundo, alertas a lo propio y plurales en sus contenidos. Y de la radio muy pocos programas informativos se salvan de caer en la rutina de las entrevistas a modo, repetitivas en sus consignas y con las mismas voces autorizadas. Los conductores se enzarzan en prolongados alegatos que ponen de relieve las cortas visiones y sus vendettas particulares. La norma que los rige revela, de inmediato, las carencias de análisis actualizados y sus apoyos en trabajos de investigación o lecturas contextualizadas.
(link a La Jornada)
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