Se acabó el presidente

Desde antes de las elecciones del 2006, La República de la Televisión unificó la opinión publicada y la opinión pública para alimentar de "verosimilitud" y "prestigio" el simulacro democrático que transmitieron: el triunfo voltereta de Felipe Calderón, que, como bandolero entró por la puerta de atrás a la presidencia. Para legitimarlo, militarizaron México y la televisión impuso la dictadura del miedo: la programación holocausto. Y a pesar de los disparos, fracasaron. En medio de la crisis, el Neohuertista es calificado por millones como presidente espurio, ilegítimo y del caos. No todos somos raiting. Robarse una elección es robarse el libre pensamiento, la convicción política y la acción democrática de cada uno de los votantes. El paredón de las boletas fue una masacre. Y como a la conquista, la quisieron desaparecer.

Felipe Calderón Hinojosa no ganó las elecciones, el 2 de Julio mató al pueblo, los voceros enterraron el cadáver, se lavaron las manos y se pusieron los guantes para rematarlo. De esa ilegitimidad deriva la noche interminable de violencia que vivimos. En el 2006, la monarquía informativa reconoció diez y ocho años después que Carlos Salinas de Gortari se robó la presidencia y que, efectivamente, en el ochenta y ocho se calló –y se cayó– el sistema. Si Calderón hizo lo mismo, ¿para qué esperar?.

¡Se acabó el presidente!, ¿a qué hora terminamos la fiesta?