Los chuchos

Las elecciones intermedias del 2009 han confirmado la rampante sumisión de Los Chuchos al Imperio de Gortari. El grupo corrupto encabezado por Jesús Ortega, Jesús Zambrano, René Arce y Carlos Navarrete, negoció el artero golpe de Iztapalapa con el obscuro (des)gobierno a cambio de privilegios palaciegos, curules y la ilusoria promesa de quedarse con el Distrito Federal en el 2012. Los Chuchos son los peores de todos los adversarios políticos que ha enfrentado el Movimiento Lópezobradorista porque decidieron traicionar desde adentro, apuñalaron el estómago de La Resistencia desde el centro. Los chuchos son una desgracia política, una caricatura trazada, borrada y depositada en el basurero político por su verdadero jefe y mentor, el cerebro de Gortari.

Ayer, el grupo de senadores chuchos, polveados por la traición del gobierno usurpador, envalentonados, casi con llanto en los ojos fueron a exigir las listas de las guarderías subrogadas al director del IMSS, quién –como Calderón en las elecciones– los mandó a la chingada. La izquierda moderna, y sus jefes colaboracionistas están desesperados. Los han dejado navegando en medio de la tormentosa derrota sin vela y sin futuro. Porque con la mayoría priísta en el congreso, han dejado de serles útiles a los que se robaron la Presidencia de la República. Ahora, los chuchitos son un pañuelo desechable, lleno de fluidos, sangre y traición. Son la peste.