Lydia Cacho
México no olvida que De la Madrid avaló el fraude electoral de 1988, con la falsa caída del sistema. Pues al Miguel que escuchamos por la mañana lo visitó por la tarde la élite de la mafia priísta. En el despacho de la casa del ex presidente se redactó el documento en que se retracta de sus declaraciones, con el mismo pueril argumento usado por Echeverría para librarse de una sentencia por la masacre del 68: “una incipiente senilidad” que no le permite entender lo que dice o hace.
Salinas ha sido exhibido dos veces esta semana y debe ser protegido para prevenir la hecatombe del PRI. Miguel de la Madrid hizo un acto de contricción con Aristegui, no hay duda. Es probable que sepa que la muerte está cerca y, como el emperador Adriano, se atrevió. Unas horas después, el clan priísta le pide que mienta de nuevo y lo hace, no como Adriano, sino como un criminal en el cadalso que pide perdón a Dios, no por arrepentimiento, no por culpa moral, sino por limpiar una imagen oscurecida por su traición al país. Y tal vez por miedo al infierno, si es que existe otro infierno mayor que el que el PRI le heredó a México con Salinas y su poderosa tropa.
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