Nadie lleva mascarillas en la secretaría mexicana de Salud
El Gobierno admite que los cubrebocas se repartieron para tranquilizar a la gente
La cita promete. El hombre que, en teoría, más sabe en México del virus de la gripe porcina está dispuesto a contarlo todo. Se llama Miguel Ángel Lezana y es el director general del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades. Su despacho está en el paseo de la Reforma. El taxista, con la mascarilla azul cubriéndole la nariz y la boca, se abre paso entre un tráfico que, aunque más liviano porque no hay colegios y los restaurantes están cerrados, sigue requiriendo muchas dosis de pericia y paciencia. El pasajero también lleva mascarilla. Y los agentes de tráfico, y los demás conductores, y la mayoría de los transeúntes. También las llevan los soldados de un retén del Ejército dedicado, precisamente, a repartir mascarillas. La sorpresa llega cuando el periodista entra en la secretaría de Salud...Nadie lleva mascarillas. Ni la recepcionista, ni nadie del servicio de limpieza, ni las secretarias, ni el jefe de Prensa ni, por supuesto, el doctor Lezana. Así que la primera pregunta no puede ser otra. ¿Por qué no llevan ustedes mascarillas? "Porque la porosidad que tienen permiten fácilmente el paso de las partículas, y porque además es muy poco viable que el virus pueda transmitirse por el aire sin estar en contacto con ninguna superficie". Y entonces -la siguiente pregunta también es obvia-, ¿por qué han repartido millones de mascarillas? "Bueno, es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño". La declaración del funcionario no deja de ser sorprendente, sobre todo porque, durante los primeros días del brote, la población asistió angustiada a la escasez de mascarillas, y los políticos en tropel -en vez de hacer el discurso de Lezana- se lanzaron a prometer mascarillas como si en ellas estuviera la salvación.
(reportaje)
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