Persona

La última de las resistencias
Por Huracán

Mi padre nació en Cananea y mi abuelo trabajó en la mina toda su vida. Los dos llevaron en su sangre el cobre y el color de la tierra. A mi abuelo le decían el "prieto", como los túneles del inframundo metálico, y a mi padre "el chíchí", como los navajos llaman a los chiricahuas, los apaches –la gente–. Ahí en la tierra del prieto y el chichí fue la huelga de 1906, el primer volcán en erupción del porfiriato y una dolorosa derrota histórica: ante la subordinación del dictador a los Estados Unidos, el conflicto laboral en Cananea se resolvió por las armas encendidas de los rangers gringos. Los mineros de Cananea fueron reprimidos por extranjeros y el territorio nacional invadido por los sheriffes para imponer su ley por la fuerza. Por eso dicen que la historia se repite.

Si el Gobierno Usurpador piensa que será fácil dominar a los cananeos y ofrecerle 1,200 cabezas de mineros al Grupo México, se equivoca, y se equivoca profundamente. El norte de Sonora ha sido habitado durante siglos por hombres que ante la injusticia se han vuelto torbellinos, coraje galopante y cobre fundido en las manos. Durante años estuvo colgado en una pared de mi casa un retrato del indio Gerónimo, el último de los jefes de la Resistencia apache, el férreo comandante de los guerrilleros y chamanes que resistieron –hasta que tuvieron aliento– al ejército del gobierno México-Estadounidense. El espíritu de los guerreros luminosos como Gerónimo habita en la punta de las montañas y en Cananea sobran. Ojalá alguién le recuerde al mequetrefe de Calderón que el nombre oficial del centro minero más importante del país es Heróica Ciudad de Cananea.

No están solos.

No estamos solos.

Viva la Resistencia de ayer, de ahora y siempre.

Triunfaremos.