Para la inteligencia obscura de charly, los chuchos son un instrumento cancerígeno enquistado en la izquierda, la carne de cañon para la jauría mediática que tiene como objetivo primordial la desaparición del lopezobradorismo. Charly sabe que manipulando las acciones públicas de los chuchos –degradándolos a simples mercenarios kitsch– desangra la credibilidad de la izquierda en su totalidad, por eso hemos visto a Ruth Zavaleta actuando como la chimoltrufia, o a los operadores de Nueva Izquierda cometiendo (deliberadamente) cochineros electorales y connnatos de violencia mediática. Para charly, los chuchos son la contradicción y el ruido necesario para que la opinión pública siga navegando en la incertidumbre, desgastándose en el hastío.
Jesús Ortega (conceptualmente) es el hermano gemelo de Felipe Calderón: dos presidentes espurios, fraudulentos, manipulados por el poder detrás del poder y por lo tanto, con nula autoridad moral. Son biografías gemelas de la pobreza política que ha destruido a México. Los gemelos del fraude son corresponsables del caos que nos aqueja. No son mínimamente autónomos, los dos reciben las frecuencias del control remoto que opera Charly y sus cuarenta ladrones. Por eso (y nada más por eso) el chucho mayor recibió el domingo el juicio público de los compañeros de partido, a los que se atrevió a fraudear con la pequeña ayuda de sus amigos: Ulises Ruiz, Enrique Peña Nieto, Juan Sabines y Juan Camilo Mouriño. Y todavía, en medio de la rechifla, Jesús Ortega, presidente nacional espurio del PRD, se atrevió a decir lo siguiente:
boicotear este acto, garantiza el avance de la derecha, que quisiera ver a un PRD desunido y fracturado.
En las palabras del político cínico están las pruebas de su latrocinio.
Con ustedes, el canto a los traidores dedicado a Jesús Ortega:
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