Paradójicamente, el gobierno empresarial lanzó una violenta y subterránea ofensiva contra la privacidad de sus adversarios y aceleró la guerra de los signos para ganar la aprobación de la audiencia a la dictadura encubierta: uniformes castrenses en prime time, metralletas israelitas en close up, cámaras de vigilancia aquí, allá y debajo de la lengua. Esa saturación simbólica permitió que hoy sean cotidianas las trincheras militares que coartan la libertad de tránsito, y los retratos ambulantes de los policías federales enmascarados, dando vueltas en vano, pasándose los altos. La ignominia es el retrato itinerante de los rostros detrás del Estado.
En pos de su legitimación, el gobierno de facto inició una telenovela noticiosa que saturó las pantallas y micrófonos de objetos, figuras y operaciones militares; estrellas del deporte espectáculo como Adolfo el bofo Bautista se vistió de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; El Pantera (de Televisa) utilizó como actores secundarios a mandos, tropa y equipo del ejército. Felipe Calderón en los diarios, disfrazado con una casaca extragrande verde olivo, y no satisfecho con la fractura (semanas después) ante las cámaras de La República mostró en el balcón de Palacio Nacional a sus dos hijos vestidos como Generales, saludando la bandera a la usanza de los militares de alto rango. El cuerpo castrense ha sido mal-tratado por la clase política entreguista (las cúpulas del PRI y del PAN) quienes desean ser (a toda costa) una estrella más de la bandera estadounidense.
Ese ha sido el show de la Usurpación del Poder en México: una degradada telenovela informativa carente de verosimilitud y de apoyo popular. Cualquier mexicano con sentido común sabe que el verdadero motivo de la violencia es la impunidad rampante y la desvirtudada aplicación del presupuesto que –ante la urgencia de legitimiar al pelele e imponer un proyecto autoritario–, se han destinado recursos (como nunca) a la compra de armas, chalecos, tanquetas, balas, y se han abandonado (intencionalmente) los programas sociales y la educación pública –como lo difunde hoy El Universal–:
"Sólo 8% de los 114 mil 462 estudiantes que presentaron su examen para ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fueron aceptados, dio a conocer esa casa de estudios al presentar ayer los resultados de la prueba. El número de estudiantes interesados en entrar a la Universidad aumentó 9.2% respecto al año pasado, pero los espacios se incrementaron sólo 6.3%, informó la institución. A partir de agosto únicamente 9 mil 360 jóvenes contarán con un lugar en algunas de las 77 licenciaturas que ofrece la UNAM; se quedarán fuera 105 mil 102 estudiantes."
Éstas son las verídicas respuestas a la inseguridad y la violencia:
1.- Menos armas + aulas.
2.- Menos tanquetas + pizarrones.
3.- Menos chalecos antibalas + libros.
4.- Menos policías + maestros.
Ahí radican las diferencias de fondo entre un régimen de derecha (con filias extranjerizantes-dictatoriales) y un proyecto alternativo de nación que privilegie el desarrollo y la organización del pueblo y la cultura que nos funde y constituye. La hora del despertar ha llegado.
1 comentario:
lo irónico del asunto es que la ley seca fue derogada en Estados Unidos, con todo y Eliot Ness... premoniciones
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