Un hombre vivo

Los Voceros de la República de la Televisión han dicho –una y otra vez– que Andrés Manuel López Obrador y La Resistencia están desfondados, que no tienen fuerza y que el movimiento –lo han dicho así– está prácticamente muerto. Ese deseo de aniquilación pública ha convertido al adversario político en un mito; el de un hombre muerto que camina por todo el país encendiendo fuegos y articulando organismos sociales para enfrentar (desde abajo, desde la opinión pública) al ineficaz gobierno televisivo que –lo ha demostrado en los hechos– nunca hará nada por nosotros, ni por nuestras familias, ni por nuestras preocupaciones básicas sobre el mundo y los cosmos fragmentados que nos rigen pero no nos satisfacen.

La muerte es la mitad de la vida, como los sueños son la mitad de nuestra realidad aparte. La muerte deseada a AMLO y lo que representa –las capas abandonadas de la sociedad– es la fortaleza que lo sostiene y lo mantiene vivo, porque como lo propuso Max Weber, "la política es una vocación que se refiere a la voluntad de conseguir lo imposible", por ejemplo ser un hombre muerto y líder de un movimiento social muerto que (tarde o temprano) transformará al país. Vivir es resistir para morir, vivir –y seguir resistiendo–. La victoria será la configuración de una nueva cultura, una nueva identidad, una nueva economía y un proyecto político que privilegia a la potencia de las personas y no la del dinero. Es la única vía a nuestro destino irrenunciable, la libertad.