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Foto: El Universal
Para que la vida sea digna y libre exige la formación de la inteligencia y de la voluntad. Sin dignidad ni libertad, la persona no es dueña de sí misma, no es autónoma –es súbdita–. El Estado Mexicano ha depositado en Televisa la responsabilidad de brindarle terapias, tratamientos y prótesis a un grupo de mexicanos convertidos en rehenes de las necesidades del espectáculo. El teletón no ayuda a entender al "otro" –ayuda a sufrir por el otro–. Es catolicismo camuflado.
Interior día.
Un locutor narra el díalogo de un niño con Síndrome de Down y su Mamá.
Niño
¿Tu querias que yo tuviera Síndrome de Down?
Mamá
La verdad es que no lo piensa uno.
Niño
Cuando yo me muera ¿se me va a quitar el Síndrome de Down?
Mamá
Sí hijo, se te va a quitar.
Niño
Ya no voy a ser el mismo, ya no voy a ser yo.
Al ser el Teletón una fachada de Televisa para no pagar impuestos, la kilométrica transmisión se convierte en un simulacro de altruismo y filantropía. Un melodrama corrupto –un producto de la impunidad humanitaria–. El Estado neoliberal no le ha permitido a los mexicanos con otras capacidades decidir sobre sí mismos: Televisa es monopolio –también– de la beneficencia. La República Restaurada debe renunciar desde su fundación al sufrimiento y al castigo televisivo, y recuperar la dignidad de los mexicanos engañados por la dictadura del espectáculo. Por un México libre de Teletones.
Paz, justicia y libertad.
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