Por una sociedad política

La experiencia política del siglo XX estuvo marcada por los principios modernos -el individualismo, el progreso y la razón– y tuvo como eje mecánico la mercadotecnia: la venta de las cualidades de una persona al electorado como un "producto" mejor que otro. La industria política se fundó en los jingles, logos, dvds, coreografías, botargas y ridículos y no en ideas, conceptos o proyectos de nación y cultura. En esa industria de las imágenes, el Estado Moderno (sic) televisó su vida íntima y se declararó totalmente espectáculo. La decadencia fue el gobierno melodramático de "la pareja presidencial", los responsables de la temible conversión de la política en telenovela. Al cometer un fraude electoral, los monárquicos detrás de la falsa democracia mexicana evidenciaron no estar "maduros" para respetar la voluntad del pueblo, y decidieron balear a quemaropa su proyecto político moderno. Ahí está el resultado en las calles. Todos estamos pagando el precio de su irresponsabilidad. En la democracia del siglo XXI los políticos deben ser instrumentos de los designios del pueblo, los operadores para obtener lo que la masa decida mediante –plebiscitos y referendums–. Más que una sociedad "politizada", la del Siglo XXI será una "sociedad política", en movimiento.