(Paréntesis en primera persona: me dan ganas de vomitar)
Es buen momento para decirlo: abajo, en la cotidianidad, existen millones de ciudadanos honestos que acompañaron a ese instituto político en la impotencia de enfrentarse durante años a una maquinaria aceitada y represora como la del PRI y que, una vez obtenido el poder, han sido llevados a una trampa sin salida: el olvido. En el 88, al legitimar el fraude, los líderes panistas se compremetieron a llevar hasta sus últimas consecuencias el neoliberalismo salvaje de Carlos Salinas de Gortari. Ahí firmaron su carta compromiso con el diablo, y hoy, después del monstruoso fraude del 2006, sus retratos políticos envejecen a la velocidad de la luz.
Abajo, existen panistas honestos, con principios políticos, morales e histéricos (jeje), -perdón-, históricos que piensan que las ideas conservadoras son las adecuadas para "vivir mejor". Tienen el derecho y la libertad de hacerlo. De eso se trata la vida democrática, de convivir en una sociedad donde las diferencias ideológicas son la normalidad política. Los panistas de abajo, los honestos, son los que salvarán a ese cuerpo enfermo y asfixiado por las mañas y oscuros deseos de Juan José Rodríguez Prats, Jorge Nordhausen, Juan Camilo Mouriño, César Nava, Germán "goring" Martínez, El Yunke, Los Bribiesca, Ernesto Ruffo, Manuel Espino, Mariana Gómez del Caño y obviamente, Vicente Fox y su "minimí", Felipe Calderón Hinojosa.
Está llegando la hora de sacudir la mesa y servir PAN fresco, calientito y honesto. Es la única fórmula para que emerja una nueva república, plural y tolerante. Los panistas de abajo serán parte de la cuarta transformación política de México. En la diferencia está el equilibrio.
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