viernes, noviembre 02, 2007

Horizontes Fragmentados

Entrevista a Rossana Reguillo por Pável Valenzuela.
Preguntas y Respuestas*

1. ¿Qué importancia tiene la comunicación en las nuevas dinámicas de producción y reproducción de significados de la vida social?


La respuesta depende en buena medida de lo que entendamos por comunicación. Si estamos hablando de la esfera mediática, la cuestión es clave, en tanto la comunicación operada por los medios se ha transformado en el motor y principio de la sociedad contemporánea. Al actuar como “cajas de resonancia” al mismo tiempo que como productores de realidad, los medios son el principal vehículo para la producción de significados, valoraciones, representaciones de lo real. Indudablemente, la comunicación vehiculada por los medios incide fuertemente en el modo en que la sociedad entiende y discute los asuntos de interés colectivo.

Si entendemos por comunicación el proceso intersubjetivo de producción de sentidos, la respuesta debería ser que ella está en fase de aguda reconfiguración. Los temas, los modos, los estilos de “comunicar” se ven tensionados por dos grandes fuerzas o procesos, de un lado, el repliegue hacia lo individual, comunitario, que dificulta encontrar un territorio de acuerdos colectivos; de otro lado, hay una hiperinflación sentimental en las atmósferas que nos rodean, lo que hace de la comunicación intersubjetiva un instrumento débil para la crítica y el empoderamiento ciudadano.

Las respuestas son múltiples e incluso contradictorias. Lo fundamental es reconocer que sí, que la comunicación como proceso, como práctica, como espacio, es central no sólo en lo que toca a la reproducción de la dinámica social, sino además como espacio de producción, es decir de invención de la misma sociedad. Quizás lo más relevante sea asumir que ella es al mismo tiempo riesgo y oportunidad.

2. ¿La comunicación entendida como conjunto de saberes específicos del ámbito académico- intelectual, cómo se está trabajando, cuáles son sus alcances, propósitos y sus limitantes?


Encuentro que el momento actual en el campo de la investigación en comunicación es muy intenso y productivo. Hay además dos tensiones palpables en su configuración: de un lado, la que representa la diversificación de objetos, enfoques y modos de entender lo comunicacional en la teoría, esto me parece sano y de hecho lo considero una fortaleza, sin embargo, la diversificación se traduce muchas veces en dispersión y ésta a su vez en disputas por la “definición legítima” de lo que es el campo. Quiero decir que la diversidad no ha logrado aún convertirse en un “valor” o, planteado en otros términos, tengo la impresión de que las diferencias de enfoques, el interés por objetos de estudio diferenciados, la búsqueda interdisciplinaria, no logran configurar un campo con subcampos. Cuando acercamientos divergentes a la centralidad de los medios aparecen en escena, hay una tendencia (todavía presente) a negar que estos acercamientos formen parte del campo de investigación en comunicación. Hay una pugna más de orden político que epistemológico, pero esto va cambiando y hoy algunos “subcampos” como la sociología de la comunicación, la antropología de la comunicación, la comunicación política, entre otros acercamientos empiezan a generar su propia acumulación de saberes y procedimientos, sin amenazar –en términos de Lakatos- el núcleo central de la comunicación. Pero este debate no está aún planteado.
De otro lado, otra tensión clave del momento, la encuentro en la creciente autonomización del campo de investigación con respecto a la docencia y profesionalización de la comunicación. El tema es complejo, porque requiere historizar la emergencia del campo, pero en aras de la brevedad, lo que puedo señalar, es que encuentro que la producción de conocimiento en comunicación –en sus diversidades aún precarias- toma distancia de la lógica que la ha caracterizado por mucho tiempo: una investigación vinculada a los problemas de la profesionalización. Incluso, espacios institucionalizados tan importantes como FELAFACS, han venido abriendo espacios cada vez más visibles para colocar el problema del estudio y comprensión de la comunicación desde una lógica no necesariamente vinculada a la resolución de problemas curriculares en la infinidad de escuelas de comunicación del continente. Aquí el tema, me parece es cómo establecer las diferencias y al mismo tiempo las articulaciones, entre el inevitable asunto de la profesionalización, el estatuto epistemológico de los saberes comunicacionales y el proyecto político de la comunicación. Son tres aristas que hacen parte de cualquier intento de “mapear” la constitución y las transformaciones del campo.
Soy optimista, mi experiencia y contacto con diversas comunidades del campo, me llevan a pensar que estamos cada vez en mejores condiciones de enfrentar de manera articulada pero atendiendo la diferencia de problemáticas, la necesaria distinción entre profesionalización y producción científica de conocimientos. Las nuevas generaciones son portadoras de un conjunto de preguntas que desafían al campo, al tiempo que están forzando (en el buen sentido) sus límites epistemológicos.
3. ¿El constructo de ‘la ciudadanía’ es un referente importante para la reconstrucción de escenarios de la vida social, cómo se construyen los imaginarios que otorgan representatividad a las diversas entidades que se conforman el mundo global y de qué forma la comunicación interviene en ellas?

En primer término, pese al intenso trabajo desarrollado en los últimos años por los movimientos sociales vinculados a la lucha por la democratización de la información, a la emergencia creciente de medios alternativos y a las numerosas y creativas estrategias en el uso de Internet como espacio para la visibilización, la discusión y la organización de iniciativas para contrarrestar con “otra información” los efectos del modelo neoliberal y su bloqueo sistemático a las voces críticas. Hay evidencias de que el movimiento social no ha logrado traspasar el cerco informativo que las industrias culturales aliadas a los poderes tienden en torno a las visiones “incómodas” de la realidad y, además muestra que no bastan los numerosos sitios en la red, ni la resistencia organizada, ni las articulaciones globales del movimiento para enfrentar el poder de construcción y representación de la realidad de los grandes medios que ya por intereses creados o por sus rutinas simplificadoras de la complejidad, son capaces de generar efectos muy poderosos de percepción (y luego entonces, de opinión) locales y globales.
En este sentido, cuando la discusión en torno a la sociedad de la información se centra en las desiguales plataformas tecnológicas de los países y regiones, como el aspecto más relevante que configura las asimetrías en el acceso a la información, se pierde de vista la dimensión cultural del problema y se ignora que no es la tecnología en sí misma la que produce estos efectos de desigualdades, sino el control y el uso que de ella se hace que es a su vez resultado del proyecto histórico que ha venido trazando las coordenadas de dominación. Por supuesto que no se pretende ignorar la centralidad que tienen hoy los desequilibrios en la capacidad instalada para el acceso a las tecnologías de información y mucho menos afirmar que la economía política de la comunicación es un tema secundario. No

4. ¿Dentro del campo de estudio social (académico- intelectual), qué propuestas hay para abordar las nuevas dinámicas que emergen de los procesos en el quehacer social actual y bajo qué incentivos se trabajan estos dispositivos producto del sistema global: construcción nuevas identidades, innovación de sistemas técnicos, el ejercicio totalizador de sistemas mediáticos, educativos, políticos, de medios información, culturales, científicos, etc.?


De un lado, es indudable que la globalidad (en su sentido cultural), -Ortíz diría que nos referimos más a mundialización-, promueve imaginarios de distintos tipos que tienden a desplazar lo socio-político en aras de una comprensión cultural del mundo. Ello no es necesariamente malo, ni intrínsecamente bueno, porque el imaginario no es un ente que flote en alguna parte de la realidad, sino un proceso cuya fuerza expansiva depende de los anclajes que logre construir y de su capacidad para constituirse en “relato” compartido. “Imaginarios globales, anclajes locales”, titulé un artículo que escribí en el 98, en el que trataba precisamente de analizar (empíricamente) los modos en que estos imaginarios de vocación global se enfrentaban a procesos de apropiación, negociación y resistencia locales. Encontré, por ejemplo, que al imaginario expandido de la democratización y la interculturalidad, las dos grandes narrativas “salvíficas” que desde la perspectiva de ciertos poderes, pretendían resuelto el problema político de las sociedades latinoamericanas, se oponía la historia de autoritarismos, recelos, racismos velados, en ciudades como Guadalajara, Medellín, San Juan en Puerto Rico, La Plata en Argentina; y en sentido contrario, a un cierto imaginario que construye la identidad latinoamericana como anomalía e incomplitud (con referencia a las identidades metropolitanas), se oponían estrategias de resistencia que negaban valor a este imaginario. Pienso que la perspectiva de Gramsci da para entender estos fenómenos contemporáneos de una manera creativa y rigurosa.
De otro lado, habría que celebrar (yo lo celebro) lo que algunos analistas, Norbert Lechner de manera destacada, han llamado la “culturalización de la política”. Es decir, no comparto la idea de que la cultura des-densifique lo político, sino que la cultura ha venido a revitalizar el ejercicio de una política demasiado acostumbrada a no abrir en sus espacios y agendas, temas cruciales para la vida social. Desde las feministas que con gran tino señalaron que “lo privado es político”, hasta los nuevos movimientos sociales, como el de los jóvenes, la irrupción de prácticas, creencias, emociones, han permitido la entrada en el debate de asuntos que se escapaban por las retículas de las grandes instituciones, como diría Beck.
Sin embargo, es importante reconocer que efectivamente se instala una tendencia a lo que algunos llaman el “pensamiento único” y que esta pugna será larga.

¿Cuándo escuchas la palabra Tijuana, cuál es la primer imagen-referente en el que piensas y partiendo de tus experiencias de vida, cuál imaginario ves que predomina sobre Tijuana?


Pregunta difícil, por lo que optaré por la respuesta fácil. Tijuana es mis amigos, referentes concretos, imágenes precisas de gente a la que aprecio mucho. Pero sin hacer trampa, debería decir que la imagen de las mezclas, de la velocidad, de lo siempre emergente y nunca acabado, es lo que poseo como una idea más cercana de Tijuana. Y, claro, sabemos que hay una fuerte tendencia a vincular a Tijuana con el exceso, con la violencia, con el caos; a este imaginario han contribuido en buena medida los medios de comunicación.

5. ¿Cómo te imaginas el mundo en un futuro inmediato, qué le quitarías y que le añadirías?


Percibo muchos riesgos, demasiados. Mi visión sobre el futuro inmediato no es excesivamente optimista. Me parece que nos sobran autoritarismos, miedos, intolerancias en todos los ámbitos y de manera especial me preocupa la expansión del clima de vigilancia y donde la seguridad es la retórica más importante. Pero también veo una sociedad combativa, más conciente e informada de sus derechos. Creo que si pudiera eliminar algunas cuestiones del panorama de futuro, sería precisamente el autoritarismo.

7. ¿Qué es lo que te motiva a despertar y transitar la vida y sus rutas?


La creencia de que es posible intervenir sobre la realidad, contribuir desde el frente de las ideas y la producción intelectual a la transformación de estructuras sociales. Me alienta la gente, la distinta gente con la que me voy topando cotidianamente y me motiva profundamente saber, saber más, entender más, comprender.
*Publicada en Radiante 04.

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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