Carlos Monsiváis
8 de abril de 2007
U no que, ilusamente, creía en los valores de derecha, siempre mencionados y rara vez citados de modo específico (o, a lo mejor, los valores a defender no se ejemplifican porque los encargados de las citas tienen muy mala memoria). El caso es que uno, crédulo, enlistaba entre esos valores el respeto por sus causas, inconcebible una derecha que se mofara de sus héroes, o profanara sus emblemas, o ridiculizara sus batallas. Ni pensarlo. Con ingenuidad lo creí: la derecha no tiene sentido del humor o, si quiere ver la situación positivamente, no admite el relajo, el choteo y la frivolización de sus causas y símbolos.
Eso creí con firmeza hasta hace unos años, cuando atisbé rencorosamente en las revistas de sociales los números dedicados a la Semana Santa poblados de magnates y familias aledañas en pleno usufructo del reventón y los trajes de baño (no hablo de tangas, patrimonio de Pro-Vida). Apurar cielos pretendo, me dije, pero sí estos son los representantes de la moral hecha obra piadosa, los Caballeros del Colón, los Legionarios de Cristo, los opusdeístas, los nuevos templarios, los rescatadores profesionales de las Astillas Sagradas. ¿Qué hacen en una fiesta de disfraces en Puerto Vallarta o Careyes o Ixtapa o Cancún? (Nótese que no degrado a la clase en el poder y por eso no menciono Acapulco). ¡Ah tiempos de la incitación al arrepentimiento que prodiga en los sitios veraniegos la Visita de las Siete Discos!
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Mi reflexión, o mejor, mi azoro, no iba más allá del lugar común: "¡Qué guardadito tienen los sepulcros blanqueados su alma guapachosa o su conciencia chévere!" Hasta allí, pero de pronto veo en la prensa (La Jornada, 1 de abril de 2007) una foto a colores con Miss Cristera... El azoro me invadió, me sojuzgó, me hizo consciente de que tengo edad para las sorpresas genuinas, impensables en la juventud... ¿Se trata en efecto de Miss Cristera, el traje elegido para la pasarela de simbologías nacionales en un concurso de belleza que ostenta (y prodiga) los símbolos del movimiento cuyos soldados portaban un escapulario con la consigna "Bala, detente"? Así es y así será porque así está siendo.
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El traje de la representante mexicana en el concurso Miss Universo 2007 (vanidad de vanidades, dijo el predicador, todo es concursar) es obra de la diseñadora María del Rayo Macías Díaz, y su objetivo explícito, además del soporte que le brinda a la hermosa participante azteca (al tema que fueras, habla como si allí estuvieras), es rendirle homenaje a ese ejército campesino que, incitado y exhortado por el clero católico, combatió contra el régimen de Plutarco Elías Calles (1925 - 1934, en su fase de maximato), fue cruel y sanguinario, recibió del Ejército federal un trato cruel y sanguinario, violó maestras rurales y torturó y asesinó maestros rurales, sufrió la persecución religiosa y desató la persecución doctrinaria, todo para terminar plegándose a los designios negociadores de la jerarquía católica.
¿Cuál es el mensaje del "traje típico" de Miss México 2007? Hecho de manta, incluye, pintadas a mano, figuras de campesinos colgados de postes telegráficos ("Madre mía de Guadalupe,/ por tu religión me van a matar", dice el "Corrido de Valentín de la Sierra", que no proporciona la información complementaria: "Por tu religión a cuántos me dispongo a matar"), mujeres en misas clandestinas, rosarios, escapularios, milagritos. También, no hace falta decirlo, una reproducción de la Virgen de Guadalupe. ¿Qué falta?
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Doña María del Rayo explica las razones del outfit de Nuestra Belleza México 2007: "He recibido comentarios por el estilo de: ´ganó porque hay apertura para lo religioso´ o ´en otro momento difícilmente podría haber ganado´. A mí no se me cruzó por la cabeza aprovecharse de la coyuntura. Más bien, quise hacer este diseño sobre todo porque tenemos que aceptarnos. Somos descendientes de cristeros. Nos guste o no, es parte de lo que somos... En la región donde vivo (Encarnación de Díaz, Jalisco), en Los Altos de Jalisco, la gente sigue siendo muy religiosa; está muy presente la Cristiada, es un tema de plática muy común".
La diseñadora es de esta época y mantiene, sostiene y tiene puntos de vista que, en las pláticas de Encarnación de Díaz, deben impresionar, porque para eso son las pláticas. Dice la diseñadora: "La mayoría de la gente sabe poco acerca de esta época". Así que nos guste o no, no estamos enterados de lo que somos. "Antes no la entendía (a la Cristiada). Se me hacía algo fanático". Eso es obvio, si ella no había soñado con la moda y se había detenido en el aspecto religioso, pues sí, pudo caer en la tentación de condenar sin tomar en cuenta los criterios del vestuario de los 20. "Ahora, creo que si hubiera vivido en aquélla hubiera sido cristera". Eso también es obvio, aunque no concibo, tal vez por mi desconocimiento de aquélla, que los cristeros hubiesen patrocinado concursos de belleza, algo que la guerra habría dificultado, un Miss Voladura de Tren como que no iba. "Como mujer, como se vivía la religión, definitivamente habría sido cristera. En ese tiempo toda la vida giraba alrededor de la Iglesia". (Y, también del Estado, que tenía alguno que otro espacio a su disposición). Y continúa la cita: "Tanto que se hizo en la época de la Conquista y luego nos lo quieren quitar. Se me hace una respuesta lógica."
En donde la razón de doña María del Rayo ilumina los guardarropas del pasado y del porvenir es en el elogio de la Conquista, una época de fraternidad y encuentro armonioso de dos mundos. Que nunca nos la quiten. En lo demás, quizás la diseñadora siembra dudas. Sí, tenemos que aceptarnos, aunque, por desdicha somos también descendientes del paganismo indígena (politeístas porque creían que Dios o se clonaba o convivía con otros dioses); venimos también del número enorme de mexicanos que en la época de la Cristiada no estaba a favor de las guerras religiosas, y descendemos de la secularización, esa idea abominable que, por ejemplo y en contra de la tradicional modestia corporal de las mexicanas, introdujo los concursos de belleza.
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¡Qué terrible! ¿Para eso se sacrificó el padre Pablo García, fusilado según consta en el traje creado por María del Rayo; para eso en la región de Los Altos se ha creído en la separación entre la moda y la fe? ¿Para eso, para que los cristeros terminen como paisaje incidental en la competencia del hedonismo que ni se fija en representaciones de escapularios y carrilleros? ¿Cómo conciliar la guerra a Lucifer con la pasarela, ese camino de la perdición donde no importan las convicciones sino la maestría en el modelaje? La pregunta se mantiene: ¿los mexicanos, todos, descendemos de los concursos de belleza? Algo o demasiado de choteo hay en la página electrónica de Nuestra Belleza al describir el atuendo: "Representa a la mujer cristera, pieza fundamental en el conflicto armado que se desarrolló entre 1929 y 1942 en nuestro país". A partir de 1929 ese conflicto, por lo que atañe a la historia, se desarrolló a puerta cerrada porque no se registra, pero el traje no representa a la mujer cristera sino a su victimación por la moda.
Escritor
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