W. Shakespeare

Macbeth
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Macbeth.- El pensamiento del homicidio, más horroroso que la realidad misma comienza a dominarme y a obscurecer mi albedrío.
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Macbeth.- Sólo el crimen puede consumar lo que ha empezado el crimen.
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Ross.- Pero vivimos en tan malos tiempos que a veces somos traidores hasta sin saberlo, y tememos y recelamos sin causa, como quien cruza un mar incierto y proceloso.
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Hijo.- Dices que mi padre fue traidor.
Lady Macduff.- Sí.
Hijo.- ¿Y qué es ser traidor?
Lady Macduff.- Faltar a la palabra y al juramento.
Hijo.- ¿Eso se llama traición?
Lady Macduff.- Y quien la comete merecer ser ahorcado.
Hijo.- ¿Todo el que la comete?
Lady Macduff.- Todos.
Hijo.- ¿Y quien los ha de ahorcar?
Lady Macduff.- La gente honrada.
Hijo.- Entonces bien necios son los traidores, porque, siendo tantos, parece que habían de ser ellos los que ahorcasen a la gente de bien.
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Malcom.- Muchas veces el crimen toma la máscara de la virtud.
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Ross.- !Oh, desdichada Escocia! Ya no es nuestra madre, sino nuestro sepulcro. Sólo quien no tenga uso de razón, puede sonreír allí. No se oyen más que suspiros y lamentos. El dolor se convierte en locura.
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El médico.- La maldad suele trastornar el entendimiento, y el ánimo pecador divulga en sueños su secreto.
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