Raymundo Riva Palacio
28 de febrero de 2007
Rosario Robles quiere reinventarse políticamente sin entender que su vida política apesta a consecuencia de su oscuro manejo como líder del PRD
Desparpajada, Rosario Robles continúa con su paciente tarea de reconstrucción política personal. Ha embaucado a mujeres y buscado protección dentro de los medios para que la arropen. Esta semana avanzó un paso más en su estrategia durante una entrevista con EL UNIVERSAL, donde se lanzó contra las corrientes internas del PRD, del cual renunció para evitar que fuera expulsada, y censuró lo que llamó "el pragmatismo incongruente", al que le puso los nombres y apellidos de Ana Rosa Payán, en el frustrado intento por llevarla como candidata al gobierno de Yucatán, y de Marcelo Ebrard, coronado como jefe de Gobierno del Distrito Federal. Aunque Ebrard no fue el único ex priísta contra quien se lanzó, sí dijo de él y todo su equipo que "son los mismos que sacamos en el 97".
Tramposa como siempre, Robles busca engatusar a quien se le ponga enfrente. Está claro que se refiere a la elección intermedia en 1997 cuando el PRD, con Cuauhtémoc Cárdenas al frente, sacó del poder en el Distrito Federal al PRI, cuyo candidato era Alfredo del Mazo. Cárdenas le heredó el gobierno cuando se lanzó por la Presidencia en 2000, por lo que su disparo a Ebrard no tiene sentido histórico, sino dirección política. En 1997 Ebrard no sólo ya había renunciado al PRI, sino había sido objeto, junto con su mentor, Manuel Camacho, de la persecución política del entonces presidente Ernesto Zedillo. En esas elecciones intermedias Ebrard ganó una diputación bajo el cobijo del Partido Verde, que no estaba en alianza con el PRI, y del cual se distanció en la Cámara para convertirse en independiente, iniciando su tránsito hacia el PRD, donde hoy milita.
Ebrard nunca le ha gustado a Robles, pero lo aprovecha en esta ocasión para sintetizar en él una crítica más cargada de mensajes subliminales a la izquierda que de argumentos, buscando revivir en el imaginario desprovisto de memoria lo que en la primera parte de los 90 significó Ebrard: un operador político contra el PRD. Marx decía que es dialéctico rectificar, algo que Ebrard vino haciendo desde que su mentor rompió con el ex presidente Salinas en el primer trimestre de 1994. El ataque contra Ebrard se inscribe en la emergencia del jefe de Gobierno capitalino como figura relevante del PRD para elecciones futuras, en detrimento directo de la corriente que representa Robles, que es la cardenista. El problema de Robles es la cola larga que trae pegada y las enormes contradicciones entre aquella luchadora social en la UNAM y la pequeño-burguesa que traicionó a su partido por amor, dinero e intereses.
Robles salió del PRD por la puerta de atrás, como pieza central de una operación política contra quien sería su candidato a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador. Robles supo que su amante y benefactor Carlos Ahumada, hoy en la cárcel acusado de fraude, tenía videos que podrían poner en riesgo la carrera política del perredista y que se los había entregado al ex presidente Salinas y a la entonces primera dama Marta Sahagún. Robles no tenía muchas opciones políticas. Ahumada la empezó a enamorar al sorprenderla en el lobby del Hotel Intercontinental de Berlín para invitarla a un café a los días de haberla conocido, y después al ofrecerle cenas sorpresa, llenas de velas en jardines reservados para los dos, en los hoteles más lujosos de Punta Cana, en la República Dominicana. Le había puesto casa en San Ángel y una camioneta blindada, adquirido un vehículo para su hija y colmada de lujos.
Ella se dejó querer sin importar los desfiguros públicos y privados -que constan en videos en poder de la Procuraduría capitalina- a los que fue capaz de llegar. Su debilidad de carácter sería lo de menos, salvo que se llevó con ella a un partido que no ha logrado recuperarse del todo de la época sombría entre 2000 y 2003 que dejó Robles como su legado. Su reinvención política es más que una estrategia, si se ve en la perspectiva del futuro político de su corriente, que tiene en el gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas, su principal figura. Pero el joven Lázaro, quien rechazó ser parte del gabinete de Felipe Calderón, está atado al pasado de Robles. Él también, gracias a la protegida de su padre, está sospechosamente vinculado a Ahumada a través de sus enlaces con el entonces constructor Alfonso Solórzano Fraga, su secretario de Obras, y Humberto Suárez López, su tesorero. El gobernador Cárdenas le había entregado obras a cambio de dinero que le inyectó a su campaña electoral.
Robles le allegó recursos electorales al igual que a muchos otros candidatos en las elecciones de 2000 y 2003, que dejaron enormes deudas. En el caso de un adeudo por más de 65 millones de pesos, le pidió a Ahumada ese dinero a cambio de solicitar a los perredistas en el poder que le dieran obras, según personas con conocimiento de primera mano de lo que sucedió en las oficinas del Grupo Quart de Ahumada. Tres proveedores del PRD negociaron su cobranza con tres empresas de Ahumada, a las que le hicieron las facturas por esa cantidad. No fue lo único, de acuerdo con información de quienes tuvieron en sus manos la documentación. Un banco y una organización radiofónica participaron también en el rescate de Robles, quien le firmó pagarés a Ahumada por aproximadamente 200 millones de pesos en un acto que fue videograbado clandestinamente. Pese a todo, no le alcanzaba. Entonces, en la mayor traición política consumada por Robles, aceptó que Ahumada la pusiera en contacto con quien, poco antes, había señalado como emblema de corrupción e impunidad: Carlos Salinas.
En septiembre de 2003, Ahumada la llevó a una cena con él en Londres, donde le pidieron 12 millones de dólares para el rescate financiero de Robles, que estaba siendo sometida a una enorme presión interna en el PRD. Salinas no tenía el dinero, de acuerdo con personas a las que Ahumada les platicó el encuentro, pero los puso en la ruta correcta: los gobernadores Arturo Montiel, del estado de México; Joaquín Hendricks, de Quintana Roo, y René Juárez, de Guerrero. El PRD, que sabe estos detalles, decidió no ir nunca sobre ella por esos actos ni denunciarla penalmente. Tampoco hizo públicos los videos con Ahumada ni las visitas regulares que hizo a la cárcel después de afirmar que no tenía relación con él. Sólo actuaron políticamente en su contra.
Robles lee mal la realidad actual. Su periodo como dirigente está lleno de irregularidades y de compromisos oscuros. Ya una vez le perdonaron la vida por querer desbarrancar la candidatura presidencial del PRD, pero parece que no aprendió mucho de 2003. Vienen 2009 y 2012. Otro intento, en las condiciones presentes, podrá no aguantarlos. No ella, sino su protectora, la familia Cárdenas, y Lázaro el gobernador, en particular, quien de todos, es el que más puede perder por la ambición renacentista de su vieja amiga.
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