Los desalmados no tienen remordimientos, dice Agustín Ríos, víctima del cura Nicolás
Señala que los cardenales Rivera y Mahony son tan culpables como el pederasta, por protegerlo
Han pasado 35 años desde la última vez que lo vio, pero Agustín Ríos nunca olvidará la voz de su agresor: "es él", dice sin titubeos al escuchar la grabación que contiene la entrevista publicada ayer por La Jornada, donde el cura Nicolás Aguilar, acusado de abusar de 90 niños en México y Estados Unidos, se dice tranquilo y sin problemas de conciencia.
"No es verdad que esté tranquilo: ahorita anda huyendo como un perro asustado" dice. "Los desalmados como él no tienen remordimientos, ni conciencia."
Agustín, una de las primeras víctimas del sacerdote mexicano, sometido a abusos sexuales desde los cuatro años, en Huehuetlán El Chico, estado de Puebla, mientras el presbítero estudiaba en el seminario, ahora tiene 49 años y recuerda con dolor aquellos hechos que le dejaron marcado para el resto de su vida. El padre Nicolás abusó de él de los cuatro a los 13 años: "me llevaba a su casa y allí lo hacía".
Desde Hawai, donde actualmente reside, luego de 30 años de autoexilio, la víctima de Nicolás exige justicia: "tienen que detenerlo, sólo la cárcel puede cambiarlo. Es la única forma de que deje de hacer daño a más niños inocentes. El ya no tiene conciencia, porque si la tuviera se arrepentiría, se entregaría a las autoridades para pagar sus crímenes. Si lo agarraran, deberían meterlo a la cárcel de por vida".
Eran familiares
Perteneciente a una familia católica, su madre quedó viuda muy joven y con 10 hijos que mantener, por lo que pidió al sacerdote (sobrino lejano) que se hiciera cargo de su hijo: "Para mi madre era un honor que Nicolás me cuidara. En México, los sacerdotes son tratados como Dios. El me llevaba a su casa con el pretexto de practicar canto para que formara parte del coro".
A los cuatro años, Nicolás le enseñó a tocarle el pene: "Siempre me pedía que lo masturbara y él también me tocaba. No había penetración, pero sí sexo oral. Yo no sabía nada de nada. El decía que me quería y que todo era normal. Entendí que eso formaba parte de la vida".
Agustín creció con el síndrome del abuso sexual, que duró nueve años. Nunca pudo decir nada a nadie, "por el temor de hacer daño" a su madre o, sencillamente, "para evitar las burlas". Cuando tenía 13 años, el padre Nicolás fue trasladado de parroquia. Ese hecho lo salvó de la continua sodomización.
Como otras víctimas de abuso sexual, Agustín experimentó las drogas y luego sufrió fuertes depresiones: "Cuando tenía 17 años, andando en el Distrito Federal, me metí en una Iglesia y me senté en el confesionario. El padre que estaba del otro lado escuchó toda mi historia. Le conté con detalle lo que me había pasado. Yo siempre creí que había sido mi culpa, pero él me dijo durante la confesión que no era responsable de nada. Me reconfortó, me comprendió. Tuvo compasión de mí. Yo empecé a llorar, a llorar mucho. Eran lágrimas de alivio, de paz. No todos los curas son malos como Nicolás, pero posiblemente él estaba enterado de cosas que suceden en su parroquia o con sus amigos. Los curas, protegen a los curas".
En 1976 Agustín decidió dejar su pueblo para irse a Los Angeles, California; luego vivió en Chicago, y desde hace 12 años radica en Hawai. Allí trabaja en un hotel y abandonó la religión católica para convertirse a otra confesión cristiana: "la Iglesia católica es una farsa. Los obispos, cardenales, sacerdotes, todos se protegen unos a otros; así como siguen protegiendo a Nicolás".
Añade: "En México sería un milagro hacer justicia, por la corrupción de las autoridades. Confío más en la justicia de Estados Unidos, sobre todo en este tipo de casos".
El padre Nicolás dice que todo son calumnias.
Yo no tendría razón para inventar algo así. Primero que nada, ¿para qué?, y luego existen pruebas y testimonios en su contra. ¿Qué otra cosa podría decir? Todos los criminales lo niegan. Esa gente que es así, desalmada en sus actos, claro que lo niega todo. Es muy lógico, pero él anda en las malas y lo sabe.
Añade: "si se hubiera arrepentido. Si dijera: 'voy a tomar mi responsabilidad por mis hechos, porque he destruido a muchos y a muchas familias', se hubiera entregado. Pero claro, va de mal en peor en su situación. El no va a cambiar hasta que lo agarren. Bueno, no es que vaya a cambiar, sino que lo van a cambiar en la prisión".
Agustín recuerda cómo, en Tehuacán, Puebla, en 1997, cuando abusó sexualmente de 60 niños, la gente quería lincharlo: "si en México los sacerdotes son como dioses, ¿crees que lo iban a linchar nada más por historias o calumnias? Una persona así necesita algo drástico para cambiar, y si querían matarlo es por lo que hizo".
Hacer justicia
Agustín había guardado durante 35 años el abuso sexual que padeció, hasta que el pasado 19 de septiembre se enteró de la primera demanda interpuesta en Los Angeles contra el sacerdote Nicolás Aguilar, acusado de pederastia, y contra los cardenales Norberto Rivera y Roger Mahony, por presuntamente haberlo encubierto: "pensaba que sólo me había hecho eso a mí, que sólo era yo, pero lo que ha hecho es muy grave, tiene que ser juzgado y sentenciado. Las víctimas tienen derecho a la justicia".
A partir de ese momento, hizo contacto con la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes. Su hermana se ha encargado de mantenerlo informado, y hasta su madre una mujer profundamente católica aprueba su deseo de que se haga justicia: "Todos tenemos derecho a que se nos repare el daño que nos ha hecho Nicolás. El crimen se persigue por Dios y por la ley. Aquí la Iglesia se declaró en bancarrota por tantas demandas".
Agustín conoció a Nicolás Aguilar junto a su amigo el sacerdote Gilberto Nájera Nájera, acusado por algunas víctimas de haber dado protección al cura pederasta cuando andaba huyendo de la justicia mexicana: "Igual que ahora, Nicolás no piensa más que en sí mismo, en el placer de su carne. Remordimiento es un sinónimo de cambio, y en él no ha habido cambio".
¿Cuál es la responsabilidad de quienes le han protegido durante 30 años?
Es la misma responsabilidad. Como dice el dicho: tanto peca el que mata la vaca como él que le agarra la pata. "Es igual, tanto peca el que lo hace como el cómplice que lo protege".
¿Por qué cree que gente como los cardenales Norberto Rivera o Roger Mahony presuntamente lo protegen?
Por la corrupción de ellos, como individuos. La Iglesia es el vehículo. La persona que está a cargo de un sacerdote tiene mayor responsabilidad. Son responsables, y posiblemente ellos hacen lo mismo. Si hubiese cambio, en lugar de esconderlo ellos mismos enviarían a los policías para detenerlo.
El arzobispado de México puso en duda la autenticidad de la grabación, pero el celular que usa Nicolás Aguilar tiene un prefijo de Cuautla, Morelos, y en su contestador el cura responde: "Soy Carlos Nicolás, deja tu mensaje": "Es lógico que lo pongan en duda. Ellos siguen protegiéndolo", dice Agustín Ríos.
"Yo lo siento por los chiquillos de México, porque Nicolás sigue haciendo daño allí donde va."
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