Futureland
No es un kinder, sino una correccional. Error tras error, el comando Calderón-Mouriño se la pasa en heroica producción de comunicados para desmentirse o precisarse a sí mismo. Ayer, el consorcio Cal-Mo hubo de fabricar dos contradichos. Uno, para que el representante legal de México pudiera llegar a una reunión con el presidente de España sin contaminarse de las declaraciones del otro presidente mexicano (es decir, Manuel Espino, presidente del PAN), quien había descalificado a José Luis Rodríguez Zapatero por su manera de tratar el asunto de ETA. La otra refutación, de Felipe a Felipe, trató de demostrar que es posible ser ambivalente sin dejar de ser uno mismo; es decir, un día se pueden atacar las decisiones soberanas que ciertos países tomen para enfrentar sus problemas de la manera que creen conveniente, y al otro día se puede hacer un elogio apasionado del derecho de cada cual a hacer lo que sus leyes y realidades políticas y electorales le permitan.
La política de comunicados correctivos deja mal parado a Calderón (por el contenido, pero también por la forma: modificar una agenda oficial para leer ante reporteros una hoja con declaraciones forzadas por la reacción de Hugo Chávez ante lo que Felipe había dicho antes. Y, por otra parte, el propio panista ha abierto la puerta para que se actualice el recuerdo de las acusaciones de fraude electoral en su contra, como ya lo hizo ayer mismo el gobierno venezolano, al mencionar ladinamente que ha mantenido una relación respetuosa con Calderón "a pesar" de las "fundadas" denuncias de adulteración comicial). Temprano, y de mala forma, el mexicano ha dejado plena constancia de un temperamento voluble, que le lleva a iniciar pleitos inecesarios y que luego le arroja a enmendarse la plana sin rubor institucional. A trompicones pero Fox más o menos se mantenía en línea abiertamente pro gringa, pero Calderón se asemeja a quien zarandea el panal de avispas y luego corre a espantarse de lo sucedido y a echar la culpa a otro, así ese otro acabe siendo él mismo, como desde un principio se sabía.
A contracorriente de lo que sucede en varios de los países latinoamericanos, el gobierno formal de México pretende sustituir los esquemas ideológicos de izquierda y derecha por una cómoda dicotomía entre pasado y futuro, asumiendo el Fiscal General de la Nación que a él le corresponde ejercer ese bono del porvenir e incluso asegurando, lo cual es una mentira, que México votó por una presunta opción de futuro. Ese concepto, el del futuro, pretende ser convertido en el eje del discurso internacional de Calderón. Lo que él hace, o planea hacer, está de cara a los tiempos nuevos, y sus opositores ven hacia atrás, a tiempos ya idos. Con esa vocación por lo ulterior, el mandatario del 0.5 por ciento de diferencia pareciera tirar al bote de la basura histórica a quienes no votaron por él, como si fuesen una minoría ínfima que no contara en el diseño de lo que en el país está pendiente.
Tan convencido está el michoacano de Los Pinos del futuro grandioso de México que en Davos convocó, el pasado viernes, a desterrar la "mala y equivocada caricatura" que muestra a un mexicano "sentado junto a un nopal, con las manos abajo del gabán y la cabeza agachada y cubierto por un sombrero". Enfático, apasionado, visionario, dijo: "Ese no es el México en el que yo creo" ni en el que cree "una nueva generación de mexicanos". Y dio dos ejemplos de su credo personal: "yo creo en el México de Mario Molina, mexicano, Premio Nóbel de Química", "en el México ganador de González Iñárritu, que ha ganado el Globo de Oro" y "está nominado al Oscar". Pero, ¡oh, qué decepción!, los ejemplos de credulidad del licenciado Felipe corresponden a actos individuales, financiados o promovidos por entidades extranjeras, que en poco o nada obedecen a promociones, impulsos, proyectos o ayudas de su patria.
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