Duro amanecer
El entusiasmo con el orden panista ha durado poco y los exegetas de la mano firme hacen mutis. La marcha sobre el narco no propicia sino más temor y después de la siesta de la toma de posesión, los entusiastas de la habilidad del poder para pasar tras banderas prefieren el silencio o se hacen eco de los novedosos espots que anuncian la llegada del Presidente.
Mientras tanto, todos tenemos que admitir que el dinosaurio de Tito sigue con nosotros; la sociedad duerme y amanece entre las tenazas de una desigualdad vuelta costumbre pública y el Estado se despereza cada mañana en medio de su inicua pobreza fiscal y su torpeza institucional se apodera del más bragado burócrata. Lo que se ofrece es resignación y buenas maneras, pero lo que se impone es la mala educación de los grupos dominantes que no dirigen pero insisten en mandar a cualquier costo.
La decadencia del sistema político ya no es noticia, pero la vocación por la caída económica no deja de sorprender a muchos. Por qué insistir en el estancamiento estabilizador so pretexto del respeto a una ley mal pensada no encuentra respuesta fácil ni en los corredores de Hacienda, entre otras cosas porque los herederos de Limantour saben que si algo necesita México es crecer y dar empleo pronto, en vez de rendir tributo a las pobres enseñanzas del innefable Rodrigo Rato, sin más méritos que los que le dejó su jefe Aznar a cuya obsecuencia ante la prepotencia americana debe su puesto. Obedecer al Fondo Monetario Internacional en estos tiempos de brusco cambio global y declive republicano no significa otra cosa que debilidad mental y renuncia a hacer política, precisamente lo que nunca aceptaron quienes otrora habitaron en la parte de Palacio Nacional que alojó a Don Benito y Doña Margarita en los tiempos gloriosos de la Reforma liberal a la que hoy hacen flaco honor los liberales nonatos que confunden el poder con su abuso cotidiano.
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