sábado, diciembre 30, 2006

CONFABULARIO

2006: El sorteo de la sobrevivencia

Por Carlos Monsiváis
El año 2006 concluye entre melancolías, desencantos, desilusiones, pesimismo y triunfalismo. El cartonista Magú, en La Jornada, redacta la esquela de la izquierda y vaticina que perderá otra vez en 2012, si es que alcanza a subirse al tren de la contienda; ciertamente, Magú no es el único en prever la disolución final del sector que, históricamente, ha insistido en oponerse a la desigualdad. Un buen número de articulistas, entre ellos numerosos intelectuales de consideración, dan por fenecida a la izquierda mexicana, ahogada en la trampa del populismo “ilegalista”. Incluso un marxista que con insistencia calificó a Andrés Manuel López Obrador de “huevo de la serpiente” y lo juzgo de varios modos un “émulo de Mussolini”, exhorta a los restos de la izquierda a reconsiderar su capitulación con el priísmo y, ya arrepentidos, unirse a la otra campaña del EZLN; también les recomienda el abandono de adjetivos como “fascista”, esos que cultivan “los huevos de la serpiente”, y optar por el manejo de sustantivos. Y, en el remate de la liquidación de la Izquierda Crédula, el Delegado Cero, antes Subcomandante, promete derrocar tanto a Calderón como a López Obrador. Esto, sin fijar fechas.
No dudo de la muerte de la izquierda, porque los Guardianes de su Obituario son todos hombres y mujeres de gran sociedad. Y doy por viva a la derecha y a la ultraderecha cuyo porvenir invicto, como prometió el ex presidente Fox en el primero de los que serán sus interminables regresos verbales, dispone de lo menos 25 años más de poder. Ahora, en la distribución de los cargos de la administración federal, la táctica se aclara: los panistas no comparten, en su caso el conocimiento específico se improvisa con toda legitimidad, la derecha acapara las posiciones en casi todos los niveles, se prepara minuciosamente la venganza contra liberales e izquierdistas y se deja ver el provenir ajustado a nombramientos sintomáticos: el dúctil y negociador Francisco Ramírez Acuña en la Secretaría de Gobernación; el tolerante José Ángel Córdoba en la Secretaría de Salud; el animador académico Carlos Romero Hicks en CONACYT, y así hasta desbordar la ejemplaridad. No cabe duda: el entierro de la izquierda (sinónimo estricto de la derrota de López Obrador) entroniza a la pléyade de la derecha, todos gente de cultura y ciudadanos virtuosos, y así debe ser porque nada han dicho en su contra los mismos que, ante el aplauso implícito del IFE, calificaron reiteradamente a AMLO de “peligro para México”.
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Un personaje del año: Vicente Fox, la mitad de la pareja presidencial, porque la otra parte acosada por las demandas y denuncias contra sus hijos, no nada más desertó de la escena que alguna vez quiso dominar mientras buscaba la Primera Magistratura, sino que adoptó el perfil del reproche a la nación incomprensiva. A sus anchas, sin embargo, Fox dijo lo que le dio la gana (una gana no muy informada y no muy gramatical,
y algo dada a la improvisación autodestructiva), hizo campaña descarada en pro de Calderón y no atendió reconvenciones o llamados a la moderación, insistió en inaugurar lo que fuera, así fuera el Zócalo, y lo prometió todo hasta el penúltimo día, paseó su arrogancia y obtuvo lo inverosímil: ocupar un puesto que no entendió y cuyas responsabilidades ignoró, pero sin dejar de intervenir malévolamente en un buen número de decisiones de gobierno.
Ajusto mis impresiones a la altura de la infantilización de la política: Fox actuó como un niño travieso que aprovecha las giras del Señor Presidente para acciones tales como promover el desafuero de López Obrador, felicitar a una señora por su analfabetismo, decir necedades a modo de chistes (sí lo eran involuntariamente), dilapidar fortunas en la promoción de fracasos administrativos que costaban la quinta parte de la publicidad a su favor, invertir caudales del gobierno federal en las campañas del PAN, desorbitarse al recordar la existencia de AMLO, defender a frase partida la honradez acrisolada de los hijos de la Señora Marta (de seguro Fox no dijo “acrisolada”, pero hay frases que se escriben solas), exhibir su fe católica ante la vista de cualquier campana, prometer, prometer, mentir al resumir sus hazañas inexistentes, mentir y prometer
y ceder ante los hechos (tan laicos) y rendirse ante la falta de evidencias. ¡Qué gobernante! ¡Qué sexenio! ¡Qué abismo tan decorado por las encuestas que hasta el final le concedieron el 60 u 80 por ciento de popularidad! ¡Y qué encuestas tan creíbles!
* * *
Carlos Abascal, secretario de Trabajo y secretario de Gobernación es un fundamentalista, lo que encaja magníficamente en un partido donde el fundamentalismo va de las obstinaciones teocráticas a la obligación de prohibir, algo que no les atañe a los enterradores profesionales de la izquierda. Los alcaldes, los legisladores y los gobernantes panistas han censurado exposiciones y obras de teatro, han expulsado las minifaldas del ayuntamiento de Guadalajara, se han opuesto a los aretes en los jóvenes, han destruido fotografías “obscenas” en las exposiciones, quisieron prohibir junto al Episcopado El crimen del padre Amaro, han rechazado con fervor la píldora del día siguiente, pretenden eliminar las causales del aborto en casos de violación, malformación genética del producto y peligro de vida de la madre, han enviado la policía a un asilo de enfermos de sida (en Tlaquepaque), han detenido activistas por fijar carteles invitando a la previsión (en Ciudad Juárez), han encontrado en el Partido Popular de España a su alma gemela, y se han olvidado puntualmente de la separación del Estado y las iglesias...
En este carrusel del integrismo, Abascal es un modelo inalterable. Hijo del sinarquista Salvador, Carlos, en su desempeño gubernamental, no se privó de nada: como secretario de Trabajo les recordó a las féminas que su lugar era el hogar y el cuidado de los hijos (y esto en el Día Internacional de la Internacional de la Mujer), consiguió la expulsión de la maestra de la preparatoria particular donde estudiaba su hija por recomendarle la lectura de Aura de Carlos Fuentes y de “El rastro de la sangre en la nieve” de Gabriel García Márquez, puso la Secretaría del Trabajo bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe, y ya en Gobernación extremó las deferencias injustas con
la iglesia católica. Todo muy acorde con su militancia feligresa, incluso al afirmar que la única ética concebible era la de la iglesia católica con lo cual negó explícitamente la ausencia de solidez ética del Estado laico en donde laboraba.
Abascal es también un modelo de amnesia de sus propias palabras. A cada andanada crítica por
sus acciones y declaraciones se hacía a un lado sin responder directamente, embarcándose en un delirio verbal que devastaba a opositores y periodistas. Con la sonrisa fija de quien perdona pero no excarcela simbólicamente a los pecadores, Abascal nunca respondió a una crítica, ni siquiera se tomó la molestia de dar otra versión de los hechos, sólo dio por reconocida su buena voluntad, ésa que desataba torbellinos verbales apacibles, lo que en su caso no es una contradicción sino un torrente de aturdimientos a cargo de los oyentes. Otros panistas, los demás, alegan en casos semejantes que se le cita fuera de contexto, que no quisieron decir exactamente eso, aunque sí, bueno, claro, dijeron “eso” pero no de esa manera, quizás con las mismas palabras, pero no dijeron eso... En ellos priva la idea de no rectificar sino de jurar inocencia como método culminante. Si le quiere llamar hipocresía no me opongo, pero no es sólo eso, es la voluntad de poder que se molesta en ajustar la realidad de vez en cuando, para seguir al frente de las absoluciones. Confiésome padre que ni oí las reclamaciones y no estaba distraído.
* * *
Roberto Madrazo se impuso a todos sus rivales en el PRI a partir de sus movilizaciones inescrupulosas, y llevó a su partido a la catástrofe precisamente por la índole de su ambición: ¿a quién le interesa entender lo que pasa si puede ordenar encuestas que le ratifiquen en su fe en el éxito?, ¿para qué atender las informaciones si basta con implantarse en el cerebro virtual un chip con aplausos incesantes? Madrazo, el vencedor profesional, condujo al PRI no a la derrota última, ésta ya se había dado en 2000, sino a la asimilación vergonzosa de la derrota, algo distinto por entero. Todavía al desvencijarse la campaña de Francisco Labastida Ochoa, los priístas se creyeron en el centro de una pesadilla pasajera; luego del sopor en que los sumergió el oprobio de la caída de Madrazo
se perciben ya vencidos en serio y en serie, ganarán todavía gubernaturas y representantes en el Congreso, pero la Presidencia de la República es su meta deshabitada para siempre y nada más les queda sostenerse en esa zona amarga, la de la sobrevivencia con pago de horas extras, con algunas alianzas ventajosas humillantes con la Legión de las Manos Limpias, y esto gracias a la autoridad moral que les confieren Emilio Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones.
La herencia del PRI la recibe el Colectivo Fosa Común, y el PRI es el nuevo Peñón de las Ánimas, todavía patrocinado por los impuestos que administra el IFE,
esa pequeña comuna de sueldos altísimos y burla de la democracia.
* * *
Andrés Manuel López Obrador, AMLO o El Peje es un fenómeno de masas, con un carisma muy superior al de Calderón, así Calderón no tenga carisma. Egresa-
do de Ciencias Políticas de la UNAM, político de tiempo completo, de temperamento calificado de autoritario (como el de Madrazo y el de Calderón, pero en esto nadie quiso fijarse, para qué), dado a improvisaciones no muy felices y a iniciativas desastrosas como el bloqueo del Paseo de la Reforma, López Obrador, sin embargo, es un excepcional líder de masas, que inspira entusiasmos y devociones, convoca a millones de personas, y le concede el 2 de julio a la izquierda política el electorado que ganó y perdió en 1988 y en los dos años siguientes, cuando no defendió a sus muertos, asesinados por la maquinaria del PRI y la obsesión revanchista de Salinas, y cuando el PRD se entregó a las delicias de la novedad del poder.
En 2006 AMLO comete errores muy significativos que sus enemigos (él sí no tiene adversarios) agigantan y distribuyen casi comercialmente. No es mala cosa convertir en objetos de consumo los malos momentos del personaje a destruir, y en este punto el equipo mercadológico de Calderón consigue su mayor éxito. (Su mayor fracaso: querer otorgarle características mesiánicas o simplemente triunfales a la imagen del candidato del PAN). El “¡Cállate Chachalaca!” dirigido a Fox, las críticas personalizadas a empresarios (no medir fuerzas es de alguna manera mentirle a sus partidarios en lo tocante a nociones de realidad), el endurecimiento del lenguaje corporal, algunos componentes de su equipo (algunos del PRI y bastantes “líderes” del PRD), el plantón o bloqueo, la ausencia del 30 por ciento de representantes del PRD en las casillas, las frases que
se prestaban a la manipulación (el “Al diablo con sus instituciones”, en un minuto, gracias a la manipulación mediática, se vuelve “Al diablo con las instituciones”), el extraer de la asamblea del Zócalo las respuestas inducidas, el aceptar demasiadas veces las provocaciones, incluso de seres tan elementales como Fox, todo contribuye al aislamiento del Peje, aunque los quince millones de votos a su favor, más lo que le quitó la operación fraudulenta de varios meses, condimentada por los agentes “alquimistas” del SNTE el 2 de julio) notifican de una fuerza real, la que disminuye pero de ningún modo borra el silencio de ahora impuesto por los medios electrónicos y por las sensaciones de fracaso.
Se ha dicho hasta el cansancio (de quienes lo dicen): “El peor enemigo de López Obrador es López Obrador”. Esto, categóricamente, no es cierto. López Obrador, en efecto, no fue su “mejor amigo”, pero el peor y más eficaz enemigo resultó ser el previsible: la campaña de odio de varios años, el insertar el pánico moral en un sector
de clases medias que vio en el Peje al enemigo de las instituciones, al negador del Estado de Derecho (entidad sólo violentada por AMLO, no por Fobaproa o el PRI o Fox), al que los iba a despojar de sus bienes, al demonio cuyo infierno destruirían los votos de la Gente Decente.
No todo el odio que se vertió y aún se vierte con-
tra López Obrador lo auspicia la derecha política, religiosa
y empresarial; también, y este fenómeno debe analizarse con cuidado, AMLO se dejó ver como adversario de la modernidad, y su partido, el inaudito PRD, tan poblado de facciones botineras, consolidó esta hipótesis. Si la raíz del odio al Peje es la protección cínica del neoliberalismo, también se localizan en la actitud de López Obrador, y en las maneras en que su discurso es reflejo o síntesis de su actitud, elementos que irritan a sectores no de extrema derecha ni ligados con el clasismo, ése que multiplicó los gritos de “¡Naco!”.
* * *
Ahora el auge de la ultraderecha parece de largo alcance, endulzado por los métodos de la hipocresía que masifica los desmentidos (“No quisimos decir eso, no citen a la realidad fuera de contexto”). Sin embargo, si uno observa su ineptitud, su anacronismo notable, su desconocimiento de la historia, su fundamentalismo, la risa que emiten no será la última que se escuche. La izquierda es un sector mucho más vigoroso y necesario que las tribus del PRD, y el autoritarismo hoy al mando comete errores gravísimos y, al mismo tiempo, anuncia represiones insostenibles e inadmisibles (Ver Oaxaca). Pero las profecías carecen de sentido, y lo que sí amerita acciones y reflexiones es lo que se percibe: el desánimo ante el incumplimiento de la vida democrática, la certeza (alimentada por las cuantiosas “torpezas” del IFE y el TEPJF) en el triunfo electoral como asunto del demasiado dinero, la desilusión de los jóvenes, la privatización de la realidad.
Monsiváis. Circula una edición revisada de A ustedes les consta (Era, 2006).

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Contra(comunicado):

Como decía Henry David Thoreau, "No pido inmediatamente que no haya gobierno, sino inmediatamente un gobierno mejor". El orígen de Medios y política fue el fraude electoral del 2006: nació La República de la Televisión y la programa(ción) se volvió dicta(dura): un monopolio opinativo de Tercer Grado. Aquí en 'Medios y política' están las evidencias comunicacionales que sostienen nuestra tésis: Felipe Calderón no ganó las elecciones; la oligarquía lo impuso mediante un fraude para auto(comprarse) lo que queda de México. Y lo repitieron imponiendo a Enrique Peña Nieto en el 2012. Por eso pedimos lo posible: que se restaure La República.

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